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sábado, 3 de septiembre de 2011

Profesores

El profesor más atrabiliario que recuerdo, de las cinco docenas largas que conocí durante mis años de Bachillerato, era un señor mayor, disfrutando entonces de su segunda mitad de los setenta por lo menos, aquel primer año de la posguerra (1939) en el Instituto de Bilbao (Vizcaya). Seguramente había sido recuperado entre las filas de los jubilados, dada la escasez de elementos más jóvenes presentes en el cuerpo docente, por razones obvias.

Subía cada mañana al estrado, cubierto con la muceta, resoplando, carraspeando, doblado por la cintura, con movimientos torpes, a causa de las dificultades articulares propias de su edad. Alcanzaba su sillón, con un suspiro de alivio, como el naúfrago la tabla salvadora y tras unos segundos dedicados a recuperar el resuello, comenzaba una búsqueda febril, según el "show" repetido cada mañana, abriendo todos los cajones de su mesa hasta hallar su amado birrete, sin el cual debía sentirse incapaz de impartir con decoro su sacra asignatura.

Una vez situado cuidadosamente el birrete, con ambas manos, sobre la cabeza, un punto inclinado  hacia adelante, procedía a colocarse unos quevedos de diseño muy antiguo, yo diría que finisecular, tomaba un libro y leía mascullando un texto, haciendo en nuestro favor su análisis sintáctico: "legatos misit qui pacem peterent...". Levantaba la mirada por encima de los arcos metálicos de las gafas,  observaba a su grey estudiando la capacidad dudosa de discernimiento de la misma y seguía: "qui...humm...pronom... agh, relativo, envió embajadores para qui, qui,quae, qod, hummm...solicitar la paz". Y así siguió un día tras otro, hasta acabar aquel curso.

Aquellos años del Bachillerato, como los actuales fueron tiempos de cambios. Al lado del señor de la parafernalia académica, supongo en extinción, conocí a otro, que sentado sobre la mesa, el primer día de clase, le dió un arranque libertario y tuvo la ocurrencia de decirnos "no me llameis Sr. Mohedano. Entre vosotros soy uno más. Llamadme José María . Y esto fué su perdición, porque allí mismo debió oir docenas de veces, la mayor parte a gritos: Pepe, Pepito, José, Jóse, José Mary, etc, hasta que amoscado debió cortar aquel desmadre inicial de la chusma en proceso de formación.

En fin, unos profesores tomaban su trabajo en serio y otros algo menos, como el de Matemáticas del Instituto de Madrid, cuya lección sobre los polinomios se prolongó todo un curso, porque faltaba tanto que cuando el Jefe de Estudios abría la puerta de la clase para indagar el origen de las voces oídas desde el pasillo, siempre obtenía la misma aclaración: "El señor Tena no ha venido, y la lección de hoy son los polinomios". Como el Jefe de Estudios era el profesor de Latín y no entendía los polinomios, daba por buena la explicación sin más. El Sr. Tena  debía de tener vara alta en el Ministerio.

Al parecer, la liturgia laboral utilizada por el Sr. Tena ha encontrado muchos adeptos en el inicio del curso actual. Los profesores protestan, y no quieren compartir su ciencia con los adolescentes, porque a sus dieciocho horas de clases semanales las autoridades quieren añadir dos más para ahorrar gastos por mor de la crisis, y hasta ahí podríamos llegar.

1 comentario:

  1. Los profesores se quejan de tener que trabajar con los alumnos 2 horas más ¡a la semana!.
    Teniendo en cuenta que en la última evaluación educativa internacioal España quedó de las últimas... Me parece una vergüenza.

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