visitas

viernes, 9 de septiembre de 2011

Idiomas (1)

Las personas autodefinidas políticamente correctas, conocidas antes como bien pensantes. y en fechas más lejanas aún, denominadas defensoras del orden establecido, estiman hoy que la riqueza lingüística de España, con sus lenguas vernáculas ó regionales (fenómeno común a casi todas las naciones europeas) constituye un tesoro de valor inapreciable, digno del más delicado trato para su conservación "per secula seculorum".

Esta afirmación, tiene sus más y sus menos, como diría mi cuñado José de Campo de Criptana. Consideradas las lenguas vernáculas por su valor arqueológico, nadie duda de su auténtico interés, en especial  para los lingüistas expertos  profesionales y también para los simples aficionados ó sencillamente amantes del terruño. Ahora bien, es preciso reconocer que en manos de los políticos se han convertido, a estas alturas, en munición de alta capacidad explosiva y sumidero de ingentes cantidades de doblones. 

Los movimientos obreristas ó proletarios de comienzos del siglo XX y por consiguiente los partidos que los amparaban, no vieron en las cuestiones idiomáticas regionales nada aprovechable, ni digno de consideración y por consiguiente las ignoraron. Pero pasados los años, con la transición ya en marcha (1975-77) surgió una nueva clase política, que vió su oportunidad, unas veces sincera y otras no tanto, de arrebatar la defensa de las lenguas vernáculas, a los académicos y estudiosos quienes eran, si no los propietarios de aquellas, sus legítimos administradores y conservadores.

Esta clase política, ávida de poder, vió en las distintas lenguas que hasta entonces se desarrollaban vigorosas ó involucionaban lánguidamente, una especie de bastiones, a partir de los cuales iniciarían sucesivas ofensivas para hacerse con la supremacía en las correspondientes patrias chicas, pugnando  por la creación de su propia nación-aldea.

La historia de los idiomas vernáculos, incluído el español, llamado ahora insistemente castellano, con evidentes ganas de ahormarlo y "ponerlo en su sitio", es muy compleja, y en días sucesivos trataré de exponer mi opinión sobre la misma, basada en lo que he visto, oído y leído.

El último lenguaje regional al que los políticos están tratando de conquistar con sus zalamerías, es el bable o asturiano. Se dice, aunque nadie se atreve a certificarlo, que la Academia nombrada "ad hoc" tiene una prisa enorme para reconstruir  literalmente la lengua en cuestión, comenzando por el léxico científico. Así en cuanto se refiere a la Física, los académicos han consensuado que los campos magnéticos sean denominados en asturiano "praus qu´atrapan". No está nada mal. Una labor mucho más imaginativa que la de las Acadenias de la Lengua Vasca, las cuales, tras innumerables y tensas reuniones acordaron en llamar en vascuence, no hace muchos años, "aeroportuas" a los aeropuertos,  para conservar el aroma euscaldún  ó esuskalerríaco de la palabra. Es natural, pues cada uno se defiende como puede. Seguiré mañana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario