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martes, 16 de junio de 2009

El bulto



Seguramente recordaréis al personaje de película que camina por una senda tropical, descalzo, con los pies llagados, arrastrando un bulto de veinte o treinta quilos, compuesto por piezas metálicas de armadura, atado a su cintura mediante una cuerda que se extiende un par de metros a su espalda.

El hombre avanza penosamente, dando tirones a la cuerda para facilitar su marcha. Llegado frente a una pared rocosa vertical, que constituye la única vía de ascenso posible para seguir su camino, al lado de una rugiente catarata, el hombre trepa, con mucho trabajo, por las piedras resbaladizas y musgosas, en tanto que el pesado bulto cuelga de su cintura oscilando en el vacío y amenazando con derribarle.

El hombre era un réprobo. Había cometido un crimen espantoso. Quería expiar su culpa y se había sometido voluntariamente a la dura penitencia de la que éramos testigos los espectadores de la película. El paisaje que nos mostraban los planos de ésta última, cuya grandiosidad natural estaba subrayada por la música de Ennio Morricone, pertenece a las márgenes del río Paraná, lugar en que asentaban en el siglo XVIII las misiones de los Jesuitas, donde vivían felices los indios guaraníes, al abrigo de las gentes perversas y malintencionadas de siempre. Se trata, como ya habréis adivinado, de la película “La Misión”, a la que se dirigía nuestro réprobo con la esperanza de alcanzar el perdón de sus pecados.

Pues bien, esta larga introducción constituye una parábola. El hombre representa al Partido Popular, cuyo pecado desconocemos, aunque tenemos sobre el mismo nuestras sospechas, caminando por los traidores vericuetos de la política nacional, que arrastra un pesado bulto, constituido por su tesorero y otros dos aforados más, sometidos cada día a un juicio público, en periódicos, radios y cadenas de TV adictos al Gobierno, gracias a las filtraciones del sumario incoado contra ellos y permitidas por un sistema judicial de chiste.

El Partido no quiere desprenderse tampoco de su bulto, y el jefe, Sr Rajoy, habla como si fuera Moisés conduciendo al pueblo elegido, los votantes, a la tierra prometida, esto es, a la victoria electoral. Vosotros, creed en mí, dice, dejando caer las palabras sentenciosamente.

¿Por qué no ficha el Pepé a cien o doscientas personas, elegidas al azar, que puedan ser consultadas telefónicamente sobre cualquier tema como el que nos ocupa, para conocer la opinión de la calle? Me ofrezco voluntario por dos o tres euros semanales (negociable). Cualquier cosa menos tener que llegar a una situación como la actual. ¿Es que a los partidos no les bastan las listas cerradas? Son insaciables.