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martes, 22 de diciembre de 2009

Viscontiana


Como sabéis, y al hilo del asunto comentado ayer, uno de los capítulos que permiten realizarse a los gobiernos, con total plenitud, es el de las prohibiciones o censuras. Ciertamente, una forma actual y habitual de censurar, secuestrar o prohibir la verdad, es mentir a la opinión pública. Hoy día existen verdaderos maestros y maestras, al más alto nivel, especializados con desparpajo en la mentira, cuyos nombres están en las mentes de todos.
Pero ahora no quería referirme a semejantes especímenes, sino a los ocupados en tiempos pasados, desde la sombra, con impunidad y delectación, de la censura cinematográfica. Esta actividad consistía en suprimir secuencias enteras en las películas, inconvenientes para el poder por una u otra razón, manteniendo la longitud de las mismas mediante la sustitución de aquellas por otras neutras. Así, la visión repetida, las veces que fueran necesarias, de unas blancas nubes desplazándose en un cielo azul, allá en lo alto, arrastradas por la brisa, y cosas de este tipo.

En cierta ocasión, durante los primeros años sesenta, asistíamos Josefina y yo al estreno de “El Gatopardo”, una película de Luchino Visconti, director cuya obra no ha perdido vigencia, en mi opinión, pese a los años transcurridos desde su fallecimiento. Una de las especialidades de Visconti era su cuidadoso tratamiento de los escenarios, dispuestos con exquisitez para mover a sus personajes. Pues bien, Visconti inicia la película en cuestión haciendo desplazar la cámara con lentitud, en un plano medio, recreándose en los detalles de un salón perteneciente al palacio siciliano de verano del Príncipe Salina. Los cuadros y sus ricos marcos, los quinqués, las porcelanas, los relojes de mesa, los libros bellamente encuadernados, son objeto de un moroso escrutinio que incluye también las cortinas de una puerta de la sala, abierta sobre una terraza, moviéndose a impulsos del viento, procedente del jardín de la mansión, de tal manera que aquellas flotan hacia el espectador, mostrando un precioso encaje, se alejan después del primer plano de la pantalla, y vuelven a flotar de nuevo, una y otra vez. Qué maravilla, qué elegancia.

Josefina se revuelve en su butaca, pasadas ya la cuarta o quinta flotación cortinosa, y dice impaciente, casi en voz alta: ¡”Cuantas cortinas”! Por mi parte me permito recordar a Josefina las numerosas vertientes estéticas, características del director italiano. Continúa la proyección de la película, hasta que, casi a su término, la cámara nos muestra un gran salón de baile en otro palacio de Palermo, con numerosas parejas siguiendo los compases de la música. Las parejas evolucionan, evolucionan y evolucionan sin descanso. Y siguen evolucionando. Josefina da nuevas muestras de impaciencia, porque ha logrado ver, por quinta o sexta vez, la misma pareja que hace los mismos gestos y repite las mismas sonrisas. Pero se reprime y no dice nada.

Cuarenta años después vimos de nuevo “El Gatopardo” en TV. Resultó entonces evidente que las cortinas y el baile habían sido utilizados por la censura para ocultar la supresión de un sinnúmero de escenas. ¡Era otra película! Josefina no fue engañada. Había notado “algo”. Por el contrario, yo caí en dos trampas, la que suponía exquisita reiteración viscontiana inexistente, y la del taimado censor, una especie de “pulgoso” maligno, que me engañó como a un pardillo cualquiera.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Freddy el merecido



Cualquiera que hubiese visto por primera vez en la pantalla del televisor a un don Alfredo, tan modosito, diciendo que constituye una grandísima infamia, rotundamente falsa, la acusación vertida contra él por el PP, de ser culpable de haber intervenido mil quinientos teléfonos portátiles pertenecientes a políticos de la oposición, se colocaría, de todo corazón, al lado del ofendido Ministro de noble rostro, de tan acrisolada trayectoria, y de tantísima honestidad demostrada a lo largo de su dilatada vida política. Porque, efectivamente, no hay más que verle para comprender, para intuir, la sinceridad reflejada por su mirada. Además aquello de la jornada de reflexión de 2004, fue un pronto, una tontería que nadie recuerda. Y las acusaciones en ¡ejem! democracia deben hacerse con pruebas ¿eh, doña Esperanza? ¿dónde están las pruebas? ¿eh, eh?

Y la oposición, que está con el lío de Gurtel, obra maestra de Freddy, arrodillada en medio del cuadrilátero, sangrando por la nariz, con una ceja partida y un ojo amoratado, debe desdecirse. Porque en efecto, carece de pruebas. Ni la oposición, ni doña Esperanza han sorprendido a don Alfredo mirando por el ojo de la cerradura. Así que donde dije digo, digo diego. Y Alfred, aunque ya reseco por tantísima travesura ejecutada a lo largo de muchos trienios, se frota las manos, mira de soslayo con los párpados caídos y piensa “¡si serán pardillos estos tíos!”. Porque, en efecto, con el SITEL ese de marras les ha dado más que a una estera.

lunes, 5 de octubre de 2009

Elementos y elementas




Con este título me refiero a todos aquellos implicados, directa o indirectamente, en el asunto del barco atunero “Alacrana”, apresado hace unos días por los piratas somalíes. Ambos, elementos y elementas, pueden ser identificados bajo el denominador común de caras o caraduras, y su taxonomía engloba un gran número de especies, las cuales al igual que los insectos, se dividen en variedades y subvariedades incontables. No obstante, y dadas las prisas, me limitaré a hacer una clasificación de urgencia, a vuelapluma.

En primer lugar tenemos a los integrantes de los consejos de administración, directores generales, apoderados, ejecutivos y demás, de la empresa propietaria, armadora del atunero. Es decir, todos los que deciden, alientan o toleran que sus barcos naveguen por donde les place o conviene, con bandera distinta a la nacional roja y gualda, lo cual, por cierto, les convierte técnicamente en barcos piratas.

Tras estos elementos se hallan las autoridades portuarias, comandancias de la Marina o similares que hacen la vista gorda, porque ven todos los días el pabellón espurio (la bandera autonómica vasca) que enarbolan los barquitos en cuestión, y se callan o se aguantan.

Deben añadirse a las citadas autoridades, todas las demás que son jerárquicamente superiores, hasta alcanzar el Gobierno Autonómico y llegar finalmente al Líder Vacuo, ocupa de la Moncloa y Señor de los Circunloquios, responsable del desaguisado y del incumplimiento de cualquier norma habida y por haber, tanto en el País Vasco como en Cataluña.

Entre las autoridades responsables se halla perfectamente caracterizado el Sr. Moratinos, asistente a la fiesta ofrecida hace un par de semanas por el Lider libio de la jaima, el Gadafi, donde coincidió con el Jefe de los piratas somalíes, invitado también a la fiesta. No sé si ambos se saludaron, aunque conociendo el talante de nuestro encargado de asuntejos y apaños exteriores, todo es posible. De aquí que se haya hablado de Moratinos como interlocutor cualificado para tratar con los piratas el monto del rescate. Esto es el acabose. Y con nuestro dinero.

En fin, luego están las autoridades militares, entre ellas, el portavoz, un oficial del Ejército de Tierra hablándonos de operaciones navales. No me extrañaría que en nuestras fuerzas armadas bajo el mando de la Ministra Rubianes-Chacón, las autoridades navales se dedicaran a la Remonta, digo yo.

Después sale el cara del Capitán del “Alacrana”, que reivindica la protección de la Escuadra española, al igual que los políticos del PNV, a quienes debería darles vergüenza hacer semejante petición, cuando ninguno dice sentirse español, como los Ercoreca y comparsa.
Finalmente debemos ocuparnos de los periodistas informantes de la mitad o menos de los camelos narrados sobre el caso, por las inefables autoridades. Por esto me gustaría abonar el periódico que compro cada día, como se hacía antes en los comercios cuando no existían los precios fijos, y se regateaba el pago de una mercancía cualquiera, aduciendo tales o cuales defectos de la misma. En nuestro caso podríamos decir a la quiosquera: Señora, como en el periódico, salvo la fecha y el Santoral, todo es mentira, tan solo le daré 0,50 euros. Me lo vende o se queda Vd. con él.

martes, 8 de septiembre de 2009

Un bolo más ya pasado



En Rodiezmo, pequeño pueblo de un antiguo valle minero situado al norte de la provincia de León, se llevó a cabo, el pasado domingo, la acostumbrada representación anual síndico-teatral al aire libre. Las doce o catorce personas subidas a un estrado, interpretaron los papeles de líderes sindicales aguerridos, dispuestos a arrancar unas reivindicaciones, supuestamente sentidas por su público, de los malévolos y sempiternos poderes fácticos de toda la vida.

El gracioso de la troupe, Sr. Guerra, conocido como autodenominado introductor en el mundo musical español de compositor Mahler y de sus sinfonías, con los registros humorísticos de un repertorio muy ajado ya, era como un viejo cómico harto de bolos, cuando establecía asociaciones de ideas fácilmente asimilables por el intelecto de sus oyentes, es decir de los que en el evento interpretaban el papel del público. Así, les decía que en la última reunión multitudinaria de sus enemigos políticos, celebrada en Valencia, abundaba la butifarra, embutido cuya identificación con el País valenciano es más que discutible, y todo ello para introducir en su discurso la idea de “chorizo” como epíteto destinado a los dirigentes del PP. Y lo decía precisamente él, hermano del protocorrupto del Régimen y autor del “revival” del Patio sevillano de Monipodio en el último cuarto del siglo XX. Cosas veredes.

Una vez caldeado el respetable por el telonero ex-vicepresidente, tomó la palabra el Presidente del Gobierno para asegurar que “muchos ciudadanos” sienten un impulso inédito en los anales de la economía mundial pues “anhelan que se les suban los impuestos” de manera que él pueda cubrir las necesidades de los parados. Resulta raro que entre sus setecientos asesores a ninguno se le haya ocurrido el título de Benefactor para su jefe, el Sr Rodríguez. Como diría Guillermo Brown: “apuesto que le gustaría”.

El acto finalizó cantándose unos a otros, los del estrado a las bases y viceversa, “arriba parias de la tierra, en pié famélica legión” estrofas que en boca de los del estrado, obviamente bien nutridos, menos la Aído que tira a flaca, chirrían ostensiblemente.

martes, 4 de agosto de 2009

El caso


En un restaurante de la provincia de Jaén, se reunieron cierto día, para cenar, cuatro personas. Dos de ellas habían estado tomando parte de una montería aquella misma jornada. A saber, el Ministro de Justicia, adicto a los bailes afrocubanos, y un Juez de la Audiencia nacional, aficionado al folklore andaluz, variedad sevillanas, que las borda. Los otros dos personajes convocados por los anteriores, procedentes de Madrid, eran una fiscal de la obediencia del Ministro y un mando policial malencarado, al servicio exclusivo del Juez. Los dos primeros barajaron los matices tácticos que era preciso imprimir desde ese momento al “caso correa” en tanto que los otros dos exponían su opinión cuando les era requerida. Concluida la cena los convocados volvieron a Madrid.

Todo iba bien en la conspiración, cuando un imponderable hizo que se tambaleara la estructura del asunto, tan cuidadosamente preparada: la vanidad de los sujetos importantes. Se habían fotografiado por la mañana junto a los animales sacrificados en la cacería, y las fotos en poder de la prensa puso de los nervios a las sociedades amigas de los animales, incluida la mosca fallecida a manos del Presidente Obama. Es decir, causó la alarma de una de las piezas del entramado electorero tejido con tanto cuidado por Don José Luis y como este entramado es intocable, don José Luis retiró su confianza al Ministro, como quien se quita un pelito de la solapa y lo deja caer al suelo. Al socaire de este tropiezo los “mani puliti” españoles, pretendieron ponerle una rodilla en el cuello al Sr Juez, pero debieron comprobar, a su costa, la trabazón inamovible que forma el Juez con sus compañeros.

El Juez debió inhibirse del caso, una vez aparecidos aforados en el mismo, y tras varios meses de filtraciones calculadas y de una lapidación permanente de los imputados por parte de “El País”, una parte del sumario debió pasar al Tribunal Superior de Justicia del País Valenciano.

Las líneas estratégicas del caso, trazadas por Don José Luis, se resumían en “hundir como sea” a las dos Comunidades rebeldonas, Madrid y Valencia. La primera reaccionó con violencia: puso en la calle a cuatro o cinco corruptos y aquí paz y después gloria, y la segunda siguió su vía dolorosa particular hasta que el citado Tribunal valenciano, ha sobreseído el caso condenando al pago de las costas al PSOE regional, que se había personado en la causa como acusación privada, convirtiéndole así en el malo de la película.

El PSOE ha mostrado en esta tesitura la vena delicuencial que le ha caracterizado siempre, constitutiva de su esencia primigenia, desde los tiempos de D. Pablo, lanzando al espacio radioeléctrico venablos, sapos y culebras contra la sentencia y contra los Jueces, preguntándose como no teníamos “controlado eso a estas alturas”.

La Sra. de la Vega, como las malas de las películas, con el rímmel corrido, la cara desencajada y las manos crispadas sobre sus sedas, ha dado un alarido selvático, pidiendo, reclamando, exigiendo que la Fiscalía del Estado ¡mi Fiscalía! tome cartas en el asunto y condene a los réprobos para que sean humillados ante el Poder y la Gloria del Líder Planetario, ¡de nuestro José Luis! ¡Todos de rodillas ante él! Y la Sra. de la Vega hace restallar el látigo en tanto que sale de su garganta una serie de carcajadas tipo diabólico y su figura se difumina en el horizonte rojo atardecer.

martes, 16 de junio de 2009

El bulto



Seguramente recordaréis al personaje de película que camina por una senda tropical, descalzo, con los pies llagados, arrastrando un bulto de veinte o treinta quilos, compuesto por piezas metálicas de armadura, atado a su cintura mediante una cuerda que se extiende un par de metros a su espalda.

El hombre avanza penosamente, dando tirones a la cuerda para facilitar su marcha. Llegado frente a una pared rocosa vertical, que constituye la única vía de ascenso posible para seguir su camino, al lado de una rugiente catarata, el hombre trepa, con mucho trabajo, por las piedras resbaladizas y musgosas, en tanto que el pesado bulto cuelga de su cintura oscilando en el vacío y amenazando con derribarle.

El hombre era un réprobo. Había cometido un crimen espantoso. Quería expiar su culpa y se había sometido voluntariamente a la dura penitencia de la que éramos testigos los espectadores de la película. El paisaje que nos mostraban los planos de ésta última, cuya grandiosidad natural estaba subrayada por la música de Ennio Morricone, pertenece a las márgenes del río Paraná, lugar en que asentaban en el siglo XVIII las misiones de los Jesuitas, donde vivían felices los indios guaraníes, al abrigo de las gentes perversas y malintencionadas de siempre. Se trata, como ya habréis adivinado, de la película “La Misión”, a la que se dirigía nuestro réprobo con la esperanza de alcanzar el perdón de sus pecados.

Pues bien, esta larga introducción constituye una parábola. El hombre representa al Partido Popular, cuyo pecado desconocemos, aunque tenemos sobre el mismo nuestras sospechas, caminando por los traidores vericuetos de la política nacional, que arrastra un pesado bulto, constituido por su tesorero y otros dos aforados más, sometidos cada día a un juicio público, en periódicos, radios y cadenas de TV adictos al Gobierno, gracias a las filtraciones del sumario incoado contra ellos y permitidas por un sistema judicial de chiste.

El Partido no quiere desprenderse tampoco de su bulto, y el jefe, Sr Rajoy, habla como si fuera Moisés conduciendo al pueblo elegido, los votantes, a la tierra prometida, esto es, a la victoria electoral. Vosotros, creed en mí, dice, dejando caer las palabras sentenciosamente.

¿Por qué no ficha el Pepé a cien o doscientas personas, elegidas al azar, que puedan ser consultadas telefónicamente sobre cualquier tema como el que nos ocupa, para conocer la opinión de la calle? Me ofrezco voluntario por dos o tres euros semanales (negociable). Cualquier cosa menos tener que llegar a una situación como la actual. ¿Es que a los partidos no les bastan las listas cerradas? Son insaciables.

domingo, 17 de mayo de 2009

Goterones



Hojeaba esta mañana un periódico en busca de inspiración para mi comentario diario y pasaba una página tras otra, todas provistas de los horrores habituales. La marea anegaba incluso la Sección de Cultura. Porque, en efecto, esta Sección recogía una noticia sobre el pintor mallorquín Barceló, uno de mis frikis favoritos, quien con su aire aparentemente tímido, recogido sobre sí mismo y un tanto pardillo, anunciaba una nueva exposición de sus pinturas. Si bien, en puridad, no se trata propiamente de sus pinturas. A ver si me explico.

El artista pretende exhibir los cartones que colocó en el suelo para evitar ensuciarlo con los goterones que caían al lanzar pintura a presión, por encargo de nuestro Ministerio de AA. EE., hacia la cúpula de una de las salas perteneciente al edificio de la antigua Sociedad de las Naciones de Ginebra.

Cuando el Sr Barceló consideró saturada de pintura la citada cúpula, fué inaugurada la sala, y a su entrada se colocó la correspondiente placa inmortalizadora con los nombres del artista, del Sr Moratinos, su mecenas y del inevitable Sr Zapatero, de quien hoy creía haberme librado. Convocados al evento la prensa y los fotógrafos, éstos volvieron a inmortalizar a los próceres asistentes.

Tanto la cantidad de los doblones con que se pagó la obra del Sr Barceló, y el origen contable de los mismos, así como una cierta pulsión de las estalactitas del techo pintado a convertirse en estalagmitas, causaron cierta polémica en los medios, que seguramente volverá a ser de actualidad con el asunto de los cartones expuesto hoy a la luz. Nadie está seguro de que en los citados cartones no figure alguna huella plantar del artista. Todo es posible.

jueves, 16 de abril de 2009

Lírica



En mi repaso mañanero de la prensa digital, al llegar a El Mundo, he pinchado en una información sobre el concurso televisivo “Britain´s got talent” fechada hoy, 16 de Abril. Pude ver entonces de inmediato la imagen de una señora en el centro del escenario del teatro donde se celebraba el concurso, quien miraba hacia el público, como podría hacerlo Maleni a las clientas de su verdulería, es decir, un tanto desafiante y a la vez recelosa. El aspecto de la señora, alta, fornida, y dos pelines gruesa, concienzudamente trabajada su cabeza en la pelu, con sus cincuenta muy avanzados, semejante a un navío de cuatro puentes perteneciente a la armada del Almirante Nelson en la batalla de Trafalgar, no presagiaba nada bueno. La cara de la señora, que dijo llamarse Susan Boyle, lucía unas notorias cejas, oscuras y boscosas que casi le ocultaban los ojos y una rotunda doble papada, todo lo cual hacía que el jurado, dos caballeros y una dama, mostraran una ostensible y poco británica mezcla de aprensión y ansiedad por la que se les venía encima.

Comienzan a sonar los primeros compases de la música, la señora Susan suelta un potente chorro de voz, y las caras de los asombrados jurados adquieren repentinamente un aspecto de empanadilla poco hecha. El público que abarrotaba el teatro, puesto en pie gritando y llorando, apenas deja oir las últimas palabras de la canción, perteneciente al musical “Los Miserables”. Doña Susan trata de marcharse, un poco confundida, entre el delirio de la gente, el jurado la hace volver y le otorga la máxima puntuación. En este momento Susan parece otra, ni cejas, ni papada, ni nada, tan solo queda el recuerdo de una bellísima voz. Recomiendo la visita.

miércoles, 25 de marzo de 2009

Tontitos



¿Recordáis la última escena de la película “El planeta de los simios”? El ex-astronauta, sin retirar la vista del panorama aterrador que tiene ante sí, baja de su caballo, y desolado, se deja caer de rodillas sobre la arena de la playa. Con las manos cubriéndose la cabeza, repite incansable, con la voz rota, hasta el fundido en negro final: “¡lo sabía, lo sabía! ¡Dios mío! ¡lo sabía! ¡estúpidos! ¡¡estúpidos!! ¡¡¡estúpidos!!!”. Como hoy estoy un tanto catastrofista, aquí me tenéis repitiendo mentalmente lo mismo que gemía el astronauta, pensando en todos los ilusos tontitos que pusieron un día el futuro de sus vidas en manos del tontín multiasesorado, el sonriente visionario de Manhattan.




domingo, 15 de marzo de 2009

Maleni, uno


Me gustaría glosar, siquiera sea brevemente, la figura de Maleni, para algunos “mi Maleni”, antes de que desaparezca del escenario político. Físicamente es una señora de tipo muy común, indistinguible, por ejemplo, en un mercadillo, de todas las demás, compren o vendan. Al contrario de la señora Maritere, que siempre va de colorines, y es espiritada. Lo que define a Maleni es la inmediatez o proximidad explícita en la expresión de su rostro. Es decir, que es muy asequible en el terreno intelectual, y lo mismo da vueltas a sus papeles en sus comparecencias, a la búsqueda del papel perdido y jamás hallado, que mira a su interlocutor buscando su complicidad, elevando las cejas, abriendo mucho los ojos y haciendo a la vez signos de asentimiento con la cabeza siempre recién salida de la pelu y tratada por un estilista con poca imaginación. Trata de transmitir algo que no ha dicho, ni dirá, porque no encuentra la palabra. Pero ella siempre quiere hacer saber lo que le han dicho sus asesores técnicos que diga, pero sin decirlo. No sé si me entiendes: las ruedas de tren hablan un idioma y el carril habla otro idioma ¿Y qué pasa? Pues que no hay diálogo y descarrila ¿se entiende?

martes, 10 de marzo de 2009

Memoria histórica



En cierta ocasión asistí a una tertulia en un café de Montoro, Córdoba. Dos tercios de los contertulios hablaban a la vez, las copas tintineaban, las cucharillas giraban en las tazas de café y una nube de humo de tabaco iba espesándose por momentos en el techo de la sala. De repente uno de los tertulianos lanzó la típica exclamación española multiuso, que en este caso expresaba una agradable sorpresa. Aquel señor mostraba a los asistentes, entre los dedos pulgar e índice de su mano izquierda, una pequeña moneda verdosa con incrustaciones blanquecinas, que había extraído de uno de los bolsillos de su chaqueta y que, al parecer, había llevado olvidada en esta prenda durante los últimos meses. Entonces el hombre, ex-alcalde de la villa narró, algo excitado, la historia de la moneda. Unos obreros del Ayuntamiento, habían encontrado, siendo él Alcalde del Municipio, una especie de ensaladera llena de monedas, como la mostrada. El recipiente en cuestión quedó aquella tarde a buen recaudo en el despacho del primer edil, a la espera de los técnicos del Museo Arqueológico de la Capital, advertidos del hallazgo. Pero antes de cerrar la puerta del despacho, el narrador no pudo resistir la tentación y se llevó a casa un puñado de monedas, sustraídas del tesoro. Una vez en su domicilio, discutió con su mujer la conveniencia de limpiar los dineros, dado su deplorable estado y dejarlos “a remojo” en agua fuerte o regia, durante la noche. Al día siguiente apenas quedaban unos miserables restos metálicos, víctimas de la voracidad del ácido nítrico o sulfúrico utilizado. Por fortuna, de aquel desgraciado suceso, quedaba al ex-Alcalde, como “suvenir”, la pequeña moneda que mostraba sonriente a los contertulios. He recordado la historia de las monedas disueltas, al leer esta mañana en “Diario Digital”, una noticia referida a otro Alcalde andaluz, el de Gerena, Sevilla, quien, además es Director y propietario de una empresa constructora. En el curso de los trabajos de excavación para edificar unas viviendas unifamiliares, los obreros del Alcalde descubrieron un yacimiento arqueológico (un cementerio romano y otro musulmán). Visto lo expuesto a la luz, tras haber estado unos cuantos siglos oculto, el Alcalde dió la órdenes oportunas para extraer de las tumbas todos los objetos accesibles y trasladarlos a su domicilio. A continuación, ordenó que una espesa capa de cemento cubriera la inoportuna arqueología, y procedió a la edificación de los adosados. El Alcade de Montoro, al que es preciso perdonar su mentecatez, era un ignorante de tomo y lomo. Pero ¿lo es también el de Gerena? En absoluto. Este sujeto además de lo apuntado, Alcalde y constructor ¡es un catedrático de Filología Clásica!

De nada, Luis.

jueves, 5 de marzo de 2009

Josefina



Josefina mira con atención la pantalla tratando de que las palabras escritas le transmitan su mensaje, si lo tienen. La luz de la pantalla ilumina su perfil y comienza a leer en voz alta la entrada de ayer, para duplicar, es de suponer, su capacidad cognoscitiva. Al acabar la lectura, Josefina no dice nada, pero su silencio no puede ser más elocuente. Instantes después rememora algo y deja caer “hace cincuenta años también farfullabas bastante”. Me ha entrado el pánico. Imagino a mis hijos nietos y demás parientes yendo de un lado a otro durante el día como zombis. Por tanto me permito un consejo urgente. Dejad esta lectura para la última hora del dia, y tomar alguna bebida templada y sedante antes de acostaros. Una taza de te, póleo o un colacao. Buenas noches a todos.

sábado, 28 de febrero de 2009

Propósito de este blog



Ayer me personé en las oficinas de Previsión Sanitaria para firmar un papel en presencia de un empleado de la empresa y enviar aquel junto a la fotocopia de mi DNI a la central de Previsión en Madrid. A esto se llama demostrar mi vivencia para que sigan enviándome una fastuosa pensión mensual de 71,8 Euros. Pues bien, con este blog pretendo mostrar a mis hijos y nietos que mis neuronas tienen unas conexiones que siguen funcionando con normalidad. Otros prefieren ir al gimnasio y hacer pesas. Encuentro más cómodo decir a través de esta maravilla de la técnica ¡hola, chicos! aunque no prometo que el mensaje llegue todos los días con puntualidad que algunos llaman británica, no sé porqué pues cuando estuve en England el único puntual era yo, que tengo ascendencia galaico leonesa.


Foto: Complejo Residencial PREVISIÓN SANITARIA NACIONAL. SAN JUAN (Alicante)