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miércoles, 25 de marzo de 2009

Tontitos



¿Recordáis la última escena de la película “El planeta de los simios”? El ex-astronauta, sin retirar la vista del panorama aterrador que tiene ante sí, baja de su caballo, y desolado, se deja caer de rodillas sobre la arena de la playa. Con las manos cubriéndose la cabeza, repite incansable, con la voz rota, hasta el fundido en negro final: “¡lo sabía, lo sabía! ¡Dios mío! ¡lo sabía! ¡estúpidos! ¡¡estúpidos!! ¡¡¡estúpidos!!!”. Como hoy estoy un tanto catastrofista, aquí me tenéis repitiendo mentalmente lo mismo que gemía el astronauta, pensando en todos los ilusos tontitos que pusieron un día el futuro de sus vidas en manos del tontín multiasesorado, el sonriente visionario de Manhattan.




domingo, 15 de marzo de 2009

Maleni, uno


Me gustaría glosar, siquiera sea brevemente, la figura de Maleni, para algunos “mi Maleni”, antes de que desaparezca del escenario político. Físicamente es una señora de tipo muy común, indistinguible, por ejemplo, en un mercadillo, de todas las demás, compren o vendan. Al contrario de la señora Maritere, que siempre va de colorines, y es espiritada. Lo que define a Maleni es la inmediatez o proximidad explícita en la expresión de su rostro. Es decir, que es muy asequible en el terreno intelectual, y lo mismo da vueltas a sus papeles en sus comparecencias, a la búsqueda del papel perdido y jamás hallado, que mira a su interlocutor buscando su complicidad, elevando las cejas, abriendo mucho los ojos y haciendo a la vez signos de asentimiento con la cabeza siempre recién salida de la pelu y tratada por un estilista con poca imaginación. Trata de transmitir algo que no ha dicho, ni dirá, porque no encuentra la palabra. Pero ella siempre quiere hacer saber lo que le han dicho sus asesores técnicos que diga, pero sin decirlo. No sé si me entiendes: las ruedas de tren hablan un idioma y el carril habla otro idioma ¿Y qué pasa? Pues que no hay diálogo y descarrila ¿se entiende?

martes, 10 de marzo de 2009

Memoria histórica



En cierta ocasión asistí a una tertulia en un café de Montoro, Córdoba. Dos tercios de los contertulios hablaban a la vez, las copas tintineaban, las cucharillas giraban en las tazas de café y una nube de humo de tabaco iba espesándose por momentos en el techo de la sala. De repente uno de los tertulianos lanzó la típica exclamación española multiuso, que en este caso expresaba una agradable sorpresa. Aquel señor mostraba a los asistentes, entre los dedos pulgar e índice de su mano izquierda, una pequeña moneda verdosa con incrustaciones blanquecinas, que había extraído de uno de los bolsillos de su chaqueta y que, al parecer, había llevado olvidada en esta prenda durante los últimos meses. Entonces el hombre, ex-alcalde de la villa narró, algo excitado, la historia de la moneda. Unos obreros del Ayuntamiento, habían encontrado, siendo él Alcalde del Municipio, una especie de ensaladera llena de monedas, como la mostrada. El recipiente en cuestión quedó aquella tarde a buen recaudo en el despacho del primer edil, a la espera de los técnicos del Museo Arqueológico de la Capital, advertidos del hallazgo. Pero antes de cerrar la puerta del despacho, el narrador no pudo resistir la tentación y se llevó a casa un puñado de monedas, sustraídas del tesoro. Una vez en su domicilio, discutió con su mujer la conveniencia de limpiar los dineros, dado su deplorable estado y dejarlos “a remojo” en agua fuerte o regia, durante la noche. Al día siguiente apenas quedaban unos miserables restos metálicos, víctimas de la voracidad del ácido nítrico o sulfúrico utilizado. Por fortuna, de aquel desgraciado suceso, quedaba al ex-Alcalde, como “suvenir”, la pequeña moneda que mostraba sonriente a los contertulios. He recordado la historia de las monedas disueltas, al leer esta mañana en “Diario Digital”, una noticia referida a otro Alcalde andaluz, el de Gerena, Sevilla, quien, además es Director y propietario de una empresa constructora. En el curso de los trabajos de excavación para edificar unas viviendas unifamiliares, los obreros del Alcalde descubrieron un yacimiento arqueológico (un cementerio romano y otro musulmán). Visto lo expuesto a la luz, tras haber estado unos cuantos siglos oculto, el Alcalde dió la órdenes oportunas para extraer de las tumbas todos los objetos accesibles y trasladarlos a su domicilio. A continuación, ordenó que una espesa capa de cemento cubriera la inoportuna arqueología, y procedió a la edificación de los adosados. El Alcade de Montoro, al que es preciso perdonar su mentecatez, era un ignorante de tomo y lomo. Pero ¿lo es también el de Gerena? En absoluto. Este sujeto además de lo apuntado, Alcalde y constructor ¡es un catedrático de Filología Clásica!

De nada, Luis.

jueves, 5 de marzo de 2009

Josefina



Josefina mira con atención la pantalla tratando de que las palabras escritas le transmitan su mensaje, si lo tienen. La luz de la pantalla ilumina su perfil y comienza a leer en voz alta la entrada de ayer, para duplicar, es de suponer, su capacidad cognoscitiva. Al acabar la lectura, Josefina no dice nada, pero su silencio no puede ser más elocuente. Instantes después rememora algo y deja caer “hace cincuenta años también farfullabas bastante”. Me ha entrado el pánico. Imagino a mis hijos nietos y demás parientes yendo de un lado a otro durante el día como zombis. Por tanto me permito un consejo urgente. Dejad esta lectura para la última hora del dia, y tomar alguna bebida templada y sedante antes de acostaros. Una taza de te, póleo o un colacao. Buenas noches a todos.