LA COLINA

El año pasado, allá por Mayo, el Presidente más desganado de España, perteneciente a la variedad rácana de la Historia al menos desde los tiempos visigóticos, fué destituído "de facto" por los poderes económicos europeos, y las cuentas de nuestro País sometidas desde entonces a una observación permanente y desconfiada.

El suspiro de alivio emitido por el "interfecto" ante semejante descarga de responsabilidades, fué oído en los confines más recónditos de la Madre Patria.

Por primera vez en sus dos legislaturas, el sujeto tenía una justificación perfecta ante los que habían sido sus allegados, paniaguados y cuates más próximos, para dejarlo todo y realizar el proyecto acariciado desde largo tiempo: desarrollar una teoría de la dejadez, con el consiguiente salto a  la fama, contando siempre con las circunstancias favorables, es decir, la conjunción astral precisa, semejante a la anunciada por su ministra-pepona en memorable ocasión, entre sus ganas y él. 

De momento, se ha reservado el puesto de "supervisor de nubes" con sede en la hamaca mejor ubicada en la vertiente sur de cualquier colina, como la que sale en Internet.

La cuestión, piensa el hombre, es que tenga lugar una armonía perfecta entre lo que uno hace y lo que quiere hacer, como es el caso. Sonso, anda, ve tú sola con las niñas  a "Harrod´s ó a "La Belle Jardiniêre", que yo estoy muy ocupado.