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sábado, 7 de abril de 2012

Mentiras y gordas


Cuando los políticos de la derecha se meten en un jardín, antes llamado berenjenal, maniobran en silencio, con discreción, a ver si con el mutismo consiguen zafarse del lío.Generalmente no lo consiguen.

Los políticos de la izquierda, siempre más dicharacheros, sencillamente mienten con naturalidad, como quien respira, para salir del paso. Si son varios los dedicados a la misma tarea, a partir del tercero comienzan a matizar la mentira, adornándola hasta fabricar, a veces, verdaderas obras de arte imperecederas, muy asequibles, con respuestas para todo.

Y si son centenares los artesanos del vil engaño, como ocurrió con el 11-M, del que se celebró el octavo aniversario el mes pasado, forman un "corpus doctrinal" que parece más una coraza ideológica sumada a la ideología propia. Y una vez incorporada a ésta, constituye un añadido inseparable que facilita la respuesta automática a cualquier cuestión planteada sobre el asunto.

La sentencia de aquel caso, emitida por un Juez de la Audiencia Nacional, y reducida por el Tribunal Supremo a un solo culpable  condenado, como ejecutor, a cuatrocientos siglos de reclusión mayor, pues del taimado "cerebro" del asunto nunca más se supo, y en la actualidad debe estar solazándose  enumerando las pruebas falsas o señuelos con los que la policía dió el pego a la opinión pública, que asimiló como buenas las explicaciones descacharrantes de los "expertos".

El motivo aducido para explicar el acto terrorista fue la segunda intervención militar del Ejército Español en Irak, con elementos voluntarios, una vez concluida la ocupación del país por EEUU,  no como en la primera, con González,  cuando fueron soldados de reemplazo. 

Todos hemos sido testigos de qué manera le temblaban las piernas a la Ministra de la cosa bélica,  al hablar de las intervenciones españolas en Afganistán, o en Libia, con aquella mirada agónica, los ojos muy abiertos, la boca seca y el hilo de voz que emitía su garganta al dar cuenta de " las misiones de paz" cuando, por una sola vez, sus compañeros, para que su nombre no se viera implicado en las actividades de ocupaciones militares, la dejaron sola aclarando como podía, los términos de sus agónicas intervenciones.     

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