Desde que el comandante Fidel Castro montó el "show" de la blanca paloma posándose en su hombro, cuando entró en La Habana en 1959 al frente de sus huestes armadas y barbudas, hasta verse obligado a ponerse en las manos de los cirujanos para curar sus pupas duodenales, habían transcurrido casi cincuenta años, tiempo suficiente para ahormar a tres generaciones de cubanos en la jaula caribeña, a base de marxismo- leninismo de segunda mano.
Con el propósito de evitar a los enredas de siempre, durante este medio siglo de mandato, Fidel consiguió definir el delito de conciencia antes de ser cometido, es decir, el sujeto sospechoso se hallaría en fase de pre-delincuencia y, por tanto podría ser puesto a buen recaudo sin más averiguaciones.
Ahora bien, una política destinada a librarse de sus enemigos pre-delincuentes presenta graves inconvenientes, porque para un país de economía tan precaria como Cuba, tener un tercio de la población en campos de re-educación, resulta engorroso y caro.Y las soluciones drásticas implantadas por regímenes de la misma obediencia ideológica, situados en el extremo oriente, no era posible llevarlas a cabo en la Isla, porque el Caribe está muy expuesto a miradas curiosas e impertinentes.
Pero he aquí entonces, que aparece de visita en un hotel del Varadero, don Miguel Angel Moratinos, Ministro de AA.EE. español, a quien se debe la frase diplomática "prefiero el vino de Burdeos al Rioja" pronunciada al tomar posesión de su cargo.
Este es el sujeto providencial que necesitaba Raul Castro para resolver la problemática de los disidentes pre-delincuentes cubanos. "Me los llevo a España" contestó Moratinos a Raúl cuando éste había dicho "no les quiero ver en Cuba nunca". Así que Miguel Angel les trajo. Y ayer estaban acampados en la plaza madrileña de Santa Cruz, frente al Ministerio de AA.EE., sin permiso de trabajo, sin pasaporte, sin estatus de refugiado político, sin subvenciones, como inmigrantes ilegales, todo ello gracias a Moratinos el Magnífico que fue eximio representante de un prócer de la categoría de Zapatero, capaz de arreglar en un pispás la problemática caribeña de los últimos cincuenta años.
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