Cuando la Infanta Elena, hija mayor de SS.MM. los reyes, se casó hace quince años en la Catedral de Sevilla, los vecinos de la ciudad, siempre tan expresivos, tuvieron ocasión de mostrar su entusiasmo monárquico en las calles sevillanas, al paso de los novios sobre un landó tirado por seis caballos. Las amas de casa españolas pudieron llorar a sus anchas aquel día, mientras planchaban o pasaban la mopa por la sala, sin quitar un ojo a la pantalla del televisor que pasaba el reportaje en directo, de la boda.
Transcurridos algunos años, mientras la Infanta frecuentaba los ambientes hípicos madrileños, su marido asistía a los desfiles de las modelos sobre las pasarelas de París, presentando las colecciones primavera-verano y otoño-invierno. Entonces, una escueta primera nota de la Casa Real, dio cuenta de la separación temporal de ambos cónyuges, y una segunda, de su divorcio definitivo, con la custodia compartida de los hijos (dos)
Hace una semana el ex-marido de la Infanta Elena, consternado, debió llevar al hospital a su hijo Froilán, de trece años, herido en un pié por el disparo del propio niño, hecho con una escopeta de caza, que acababa de comprarle su padre, según tuvo éste ocasión de explicar al Teniente de la Guardia Civil de Soria, donde se produjo el desgraciado accidente.
La Infanta Cristina, segunda hija de SS.MM. se casó en la Catedral de Barcelona con un campeón olímpico, jugador de un equipo de balonmano. Por unas u otras razones, esta boda ocasionó menos impacto popular y entusiasmo que la anterior, desconociéndose a ciencia cierta si alguna ama de casa española, tuvo ocasión de enjugar las lágrimas al ver el correspondiente reportaje, también en directo, de la TV.
Por el contrario, la implicación del campeón olímpico en un asunto financiero poco claro, que ocupó muchas primeras planas de los periódicos durante largos meses, dio lugar a un gran impacto y hoy el campeón que vive con su familia en Washington, enviado a esta ciudad por el Rey, espera ser juzgado en Palma de Mallorca, cuando lo decida el Juez que lleva el caso.
En fecha indeterminada, anterior o posterior al accidente de caza del nieto, el abuelo, es decir, Su Majestad el Rey, decidió dar rienda suelta a la tensión almacenada, y se desplazó a Botsuana (África) con el propósito de matar un elefante, cosa que hizo, según muestran los documentos gráficos publicados.
Como las desgracias nunca vienen solas, Su Majestad el Rey, dio un mal paso en la sabana, cayó al suelo, y se produjo una fractura de cadera, que le tendrá postrados dos ó tres meses, si todo va bien.
Su Majestad la Reina, pasa unos días en Grecia y, es de suponer, que con tantas malas noticias recibidas en su transcurso, queden grabados en la memoria real, como nefastos u "horribilis".
En el líder de Izquierda Unida comunista, que tiene nombre de Tribuno de la Plebe, Cayo Lara, parecen haberse despertado sus sentires republicanos, y aprovecha la ocasión para pedir, junto a otros grupúsculos marginales, un cambio de Régimen, como quien solicita mudarse, llegado el momento.
A la crisis económica que no nos pierde de vista, se añaden ahora la amenaza de la Presidenta Argentina de expropiarnos sin indemnización una multinacional que opera en aquella República del Cono Sur, la caída de la bolsa, el aumento de la prima de riesgo y los propósitos secesionistas de las Autonomías vasca y catalana, las cuales alegan sentir sarpullidos y escozores, cuando piensan en las comunes viejas glorias patrias. Que no cunda el pánico, por favor.
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