Soldados españoles en la cima del Monte Gorbea, a quienes la ministra socialista Carme Chacón rebajó el sueldo
El nacionalismo catalán frente al vasco, es de un carácter más contencioso administrativo, aunque ambos muestran una propensión en sus representantes en el Congreso o en los propios parlamentos regionales, a la queja permanente, a causa de una supuesta e intolerable opresión económica en el primer caso y de la opresión inmaterial, no menos intolerable, causada en sus sentimientos heridos, en el segundo.
Una característica común a los dos nacionalismos, además de su propensión a las lágrimas que les brotan incontenibles, con mucha facilidad, son los celos.
Los catalanes tienen celos de los vascos, porque estos gozan de un concierto económico con la hacienda pública, que les beneficia extraordinariamente y es causa periódica de gruñidos en las instancias correspondientes de la UE.
A su vez, los vascos tienen celos de los restantes españoles, porque el Vaticano ha iniciado y concluido muchos procesos de beatificación de religiosos (incluidos catalanes) que fueron martirizados por no renunciar a su Fe. Los vascos quieren también sus propios beatos y santos aduciendo el martirio de algunos religiosos nacionalistas, aunque sus reivindicaciones no hayan tenido ningún eco en la Curia Romana.
Cuando usted ve en la pantalla de la TV, con el sonido no conectado, la efigie de un nacionalista perorando, puede asegurar que en 99.99% de los casos, el hombre está pidiendo algo. Conecta usted el sonido y, efectivamente, acierta. En su última queja, de hace un par de días, el Presidente del PNV (Partido Nacionalista Vasco) Sr Urkullu, sin perder de vista a sus electores, exigía al Ministro de Defensa que rindiera pleitesía al pueblo vasco y le pidiera perdón porque algunas unidades del Ejército hollaban la sagrada tierra vasca, haciendo ostentación de sus armas y asustando al personal. Será ridículo.
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