Un tenista español. Rafael Nadal, ha ganado por octava vez consecutiva, la final del Premio de Tenis de Mónaco, frente a su rival el serbio Novak Djokovic. La Princesa Charlene, quien junto a su marido, el Príncipe Alberto, presidió la competición, dió un apretón de manos, sin separar el codo de su cintura sonriendo al vencedor, y así pasó el trámite.
Cuando llegó el turno del vencido Novak, la Princesa abrazó al serbio cortando al muchacho casi la respiración, de tal forma que éste apenas tuvo tiempo de alargar los antebrazos hacia la cintura de la princesa, sin alcanzarla. Aquel fue un auténtico abrazo de entusiasmo principesco.
Los periodistas, siempre al acecho de cualquier matiz, ante semejante muestra de desafecto comparativo hacia el tenista español, se acordaron de la negativa del Príncipe Alberto para apoyar la candidatura de Madrid como sede de los próximos Juegos Olímpicos y de la campaña de descrédito, surgida de los ambientes deportivos franceses, de los cuales los monegascos son simples apéndices, sobre los campeones españoles, entre ellos Nadal, acusados sin pruebas, de doparse.
Un vez leída esta noticia, a cualquier contribuyente del País, le ha venido a la memoria, con preocupación , el zarandeo de los directivos de la empresa española YPF Repsol, recientemente expropiada por la Presidenta Argentina Cristina Krisner "née" Fernández, arrancados de sus puestos de trabajo y enviados a sus domicilios de Buenos Aires sin el finiquito.Todos ellos debieron huir a Montevideo como delincuentes, para evitar males mayores.
Los periódicos anuncian hoy en primera página: "Entramos en recesión, tras caer 0,4% en el primer trimestre.¿Será posible que no nos quiera nadie otra vez?. No seamos paranoicos. Algunos habrá que sí nos quieran. Que no cunda el pánico. Y sobre todo que nadie se auto compadezca. Saldremos de esta. Hemos estado en peores situaciones.
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