Derrotados en las urnas repetidas veces, los omnipresentes personajes de obediencia socialista y conspicuos "ad nauseam", han desaparecido finalmente de los medios de comunicación para descanso y alivio de la paciente ciudadanía.
Nadie echará de menos las frases banales de Zapatero, convertidas por sus admiradores de nómina en apotegmas que jamás pasarían a las antologías, ni los dicharachos de la ignorantuela ministra Pajín trompeteados en loor a su jefe, ni los elogios de cuota de tantos otros.
No obstante, como es conocido de antiguo, la Naturaleza tiene horror al vacío, y el hueco dejado por los socialistas ha sido inmediatamente ocupado en los medios por otro tipo de redentores, los sindicalistas amenazados con la inminente aprobación de una reforma laboral que recortará sus atribuciones y privilegios económicos en un futuro inmediato.
En realidad estos nuevos redentores, lo son de espectro reducido y de alcance muy limitado, porque la fuerza de su palabra se limita al improperio soez dirigido a sus adversarios, llamado en otros tiempos lenguaje tabernario.
Adicto al exabrupto como argumento, un tal Martínez, Secretario General de la UGT madrileña, se ha hecho popular en 48 horas, pues en sus discursos incendiarios se dedica a dejar cual no digan dueñas a todo bicho viviente extra-sindical, con regocijo y contento de ciertos periodistas que viven de llevar titulares a los periódicos.
Tengo para mí que este Martinez es el bárbaro organizador de una pandilla de liberados, llevados hasta la Puerta del Sol el pasado Mayo, para dar una serenata de aquelarre a la Presidenta Aguirre, so capa de la ocupación de la plaza por los "indignados", y el mismo que subvencionó a otra pandilla de réprobos para que asaltaran la casa de doña Esperanza, porque Martínez tiene una fijación patológica por la señora Aguirre y siente por ella un odio africano.
De todas formas, la hora del declive de Martínez, ha sonado ya. Hemos sabido ayer que este personaje de sainete, "protector del obrero" y cantor de la Internacional cuando se tercia, se lleva a casa más de diez mil millones de pesetas al año, porque es consejero de Bankia, la antigua Caja de Ahorros madrileña fusionada con otros bancos. Deberían echarle a la calle antes que contagie con su verbo al resto de los pobres consejeros de Bankia e incluso los pervierta. Pobres señores.
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