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lunes, 6 de febrero de 2012

Cómo se divierten

Una campeona del lanzamiento de huesos de aceituna

En los pueblos del Sur de Cataluña, especialmente en la provincia de Tarragona, y en los del Bajo Aragón (Teruel), se programan para las fiestas patronales además de los actos religiosos de rigor en los que todos lucen su mejores galas un poco tiesos, innumerables competiciones ideadas en el entorno del Concejal de festejos del pueblo ó villa, unas más estrambóticas que otras ó, como dicen en Bilbao, chirenes.

Por ejemplo la pugna por conseguir el grito más agudo y prolongado salido de garganta femenina, ó la lucha muy  popular, a causa de la baratura de los implementos necesarios para su desarrollo y el escaso entrenamiento necesario, para obtener la  mayor distancia  alcanzada por un hueso de aceituna, tras su trayectoria parabólica, expelido por la boca del consumidor ó de la consumidora paticipantes, quien lucirá orgulloso u orgullosa, durante todo el día, la condecoración de cartón con que se ha  premiado su hazaña.

No obstante, ningún programa de fiestas de las zonas citadas merecería la pena si no incluyera los "correbous" o las distintas variedades de  jolgorios con novillos ó vaquillas, en los que participa todo el pueblo, cuya existencia  silenciaron tan habilmente ante el Ministro Wert los parlamentarios Tardá y Yuste cuando afearon la defensa ministerial de la Fiesta Taurina por excelencia.

El meollo del asunto de las vaquillas, que presencié hace sesenta años en una plaza de Rubielos de Mora (Teruel), consistía en las persecuciones emprendidas por el animal aterrado al sentir el fuego del que era portador, una y otra vez, para atrapar con sus cuernos fumígeros  a los mozos más atrevidos, capaces de simular un amago de lidia frente al astado. Cuando adivinaban el primer movimiento agresivo del bicho, los mozos salían de estampida dirigiéndose a las zonas más penumbrosas de la plaza, acompañados por el griterío de los espectadores, los chillidos del elemento femenino y las risotadas de los menos sensibles. No era infrecuente que diez ó doce mozos quedaran atrapados en algún ángulo perdido de la plaza tratando, todos a la vez, por cubrir sus espaldas  con las de los demás, en un barullo indescriptible .

Los mozos y no tan mozos que sujetaban el extremo libre de la soga atada al animal, frenaban la carrera de éste a escasos metros de los huidos, y le arrastraban hasta el centro de la plaza, mientras los mismos mozos corredores recomponían la figura y se preparaban para la siguiente descarga de adrenalina. Y así seguía la fiesta con eventuales caídas de la pobre vaquilla, tropezones, empujones, gritos y risas hasta que se consumía el combustible  de las bolas de esparto y pez del aturdido animal. Entonces el público se dirigía a divertirse hacia el siguiente acto programado en honor de la Patrona ó patrón de la localidad. 

De los golpes, descalabros, contusiones, fracturas y demás incidentes producidos durante las fiestas, incluidas la suerte  posterior de las vaquillas, no se publican estadísticas ni se han publicado jamás, ni en  Aragón, ni en Cataluña, tan seria, cumplidora y circunspecta siempre. 

2 comentarios:

  1. Demagogia pura y dura.
    Panorama bastante desolador!!!

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  2. ...y seguro que estas finezas de diversión las pagan los ayuntamientos....¡Qué mal gusto y salvajada! Muchos besos. Beatriz

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