Quien no conozca el zafio meollo doctrinal del pobre Sabino Arana, introductor del concepto de independencia en el País Vasco, hace ahora algo más de cien años, no puede entender este barullo de las coaliciones abertzales que acumulan el voto radicalizado, siempre en aumento, y amenazan arrogantes con presentarse en la Carrera de San Jerónimo de Madrid, para hacer valer sus derechos de "autodeterminación", arrinconando si es preciso a los colaboracionistas y pagafantas del Partido Nacionalista Vasco (PNV).
Arana basó su discurso (Internet lo facilita de inmediato) en un odio irracional y fóbico a España y a los españoles, contagiado durante estos últimos años a los catalanes radicales, compartido desde el fondo de su alma por individuos como Zapatero y sus secuaces y adaptado como savia nutricia por la escisión de las juventudes del PNV, convertida en la banda terrorista ETA, hace cincuenta años.
ETA fué alentada y protegida activamente desde el principio, por una parte mayoritaria de la clerecía vasca y dió a los terroristas un barniz de resistentes macabeos, aunque ellos han preferido denominarse "gudaris" (soldados), sublimando así la cosa, en especial los asesinatos de niños, de mujeres, de ancianos inermes y las sangrientas emboscadas, realizadas desde posiciones seguras desenfiladas.
La memez zapateril del diálogo conciliador, siempre inclinado a retroceder hacia la retaguardia, perdiendo todas las posiciones que pertenecían inicialmente de derecho al Gobierno de España, nos lleva a la situación actual : tres ridículos individuos de la banda encapuchados, exigiendo esto y lo otro de España, en tanto que conspicuos representantes del País les contestan, negando toda evidencia y hablan del triunfo de la Democracia, reproduciendo un perfecto diálogo mantenido entre besugos. Ya está bien.
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