El Ministro de Fomento don José Blanco debía de tener de niño, en mi opinión, una aire parecido al de Manolito, personaje de los episodios de Mafalda, dibujados por Quino. Seguramente nadie tendría hoy muchas dificultades para imaginarle con su pelo hirsuto, su mirada miope y los ya identificables rasgos faciales que le caracterizan de adulto. Todo ello envuelto en un guardapolvo gris, llevando con prisas los encargos a los domicilios de los clientes del pequeño negocio familiar.
Esta circunstancia de su vida, debió de ser el punto de arranque del camino que le llevaría, años más tarde, a su perdición. En primer lugar, creando en la tierna alma de Pepiño, un sentimiento de envidia, despertado por sus compañeros de la escuela y del instituto, cuando les veía en el pueblo, con tiempo libre para dar esas patadas enormes al balón que sólo saben dar los chicos, en especial si el esférico golpea una pared, pasando muy cerca de un señor mayor vacilante, que busca su pequeña ración se sol, aparecida por sorpresa entre las brumas del clima gallego
Tras la envidia, Pepiño se vería obligado a dejar sitio al rencor por no pertenecer a las familias del entramado caciquil, de alguno de sus amigos. Una y otra pasión del alma atormentada de Pepiño, debieron ser adecuadamente metabolizadas por su organismo, desde que formó parte del Partido Socialista, sustituto en aquel entonces de la tradicional América, para salir de la miseriuca del terruño. Fué entonces encargado de hacer fotocopias destinadas a las distintas secciones del Organigrama, cuando llamó la atención del Ungido (1) por su maestría en el manejo de la fotocopiadora y fué nombrado para puestos de responsabilidad creciente, hasta llegar al Ministerio que manejaba, antes de la crisis, miles de millones del Presupuesto , objeto de la ardiente pasión de todos los Ministros , las Ministras, los Subsecretarios y las Subsecretarias, que consiguen acceder a sus cargos tras librar sangrientas batallas burocráticas.
En un momento determinado, el Ungido señaló con su índice a Pepiño, como Ministro Portavoz del Gobierno y martillo de herejes de la Oposición. Para entonces Pepiño, en pos de su sueño, había identificado algunas fuentes adecuadas de su propia financiación en terreno conocido, es decir en su provincia (Lugo).
Pero, he aquí que los hados le fueron adversos por primera vez en su vida. Porque alguien, no conocido aún, de su propio partido, malherido por Pepiño en alguna lucha intestina, filtró a la Prensa parte del expediente abierto en un Juzgado, contra un mafioso, que le implicaba tangencialmente . Y este individuo resultó ser un financiador más ó menos ocasional de nuestro héroe.
Pepiño se llevó entonces ambas manos a la garganta y como los personajes de los comics, tan sólo tuvo tiempo para emitir un estertor : ¡ aggh...!. El sueño de Pepiño para constiruirse en un respetado y temido cacique de Lugo, comenzaba a derrumbarse.
(1) ZP
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