Cuando en uno de tantos mítines multitudinarios electoreros, hace treinta años, Alfonso Guerra, antiguo Vicepresidente con Felipe González, se dirigía hacia el estrado para pronunciar su arenga partidista, entre el público ferviente y adicto siempre surgía una voz, más ó menos aguardentosa: "Arfonso, dales caña"!. Y Alfonso les daba "caña" entre el entusiasmo y los rugidos de la muchedumbre.
"Caña" en el contexto mitinero de nuestra enteca democracia, significaba ridiculización del oponente político, y la advertencia de la suerte ,"cuando ganemos las elecciones, que las "vamo" a ganar"!, reservada al pobre adversario, despectivamente caracterizado por saber utilizar la pala del pescado en los restaurantes finos: ¡"a estos les daba yo una pala y también un pico, para que suden"!. Alfonso daba en la diana y halagaba los rencores dormidos de sus oyentes, quienes gritaban y aplaudían complacidos.
Alfonso debíó hacer mutis en el escenario político de primer plano, a causa de un episodio chusco de corrupción, protagonizado por su "enmano Juan" que hacía, y cobraba, favores desde "su" despacho adornado con las banderas nacional y autonómica, instalado en el Palacio de la Presidencia Autonómica Andaluza, como si fuera una especie de virrey alfonsino en Andalucía.
Los mitineros progresistas de la segunda generación, como Pepiño Blanco, Portavoz del Gobierno y Ministro de Fomento sin Presupuesto, han tenido tiempo de aprender el uso de la pala del pescado, de manera que la antigua "caña" ha debido ser sustituída por una ironía básica de fácil asimilación pero mucho menos eficaz. La idea de aislar al adversario mediante un cordón sanitario, resultó en exceso teórica, y no llegó a la gente, tan solo a la intelectualidad de pacotilla, artistas de la pantalla subvencionada y demás adheridos, que hoy se dejan ver poco.
Durante los últimos tres años, Pepiño ha golpeado dialécticamente, una vez tras otra, inmisericorde, viniera ó no a cuento, a la oposición, tachándola de corrupta y despreciable, basado en un caso de corrupción instruído por el Juez Garzón, es decir, en un bodrio con menos sustancia jurídica que un tratado de Química Inorgánica.
Pero, he aquí, ahora, a Pepiño envuelto de repente en un caso de corrupción gallega, mostrando unos indicios que apuntan a su persona, y son, salvando la presunción de inocencia jamás respetada por él, bastantico elocuentes. ¡Ay, Pepiño, Pepiño!. Vas a acabar como el "Arfonso"
Esto de la corrupción, ¿es condición sine qua non para ser político?
ResponderEliminarAyyyy pepiño, qué poca vergüenza!!
Muchos besos!