Anoche, Josefina y yo, nos dispusimos a ver en la TV, por enésima vez, la película de John Ford, seguramente conocida por todos, que fue premio Oscar en 1953. Recordé entonces haber leído, hace muchos años, un breve cuento con el mismo título, firmado por Maurice Walsh, y esta mañana lo releí. Básicamente la historia es la misma en ambos, el film y la narración, si bien la película fue enriquecida con una serie de personajes, situaciones y paisajes, que no figuran en la obra de Walsh, y son, es de suponer, fruto de la imaginación de Ford o de su guionista.
Por ejemplo, el general abstraído, y al parecer, sordo como una tapia leyendo la revista "Illustrated London News", en la taberna del pueblo; o el mismo tabernero que muestra su sensibilidad patriótica cuando sus clientes cantan las viejas tonadas del País, y se descubre con unción, manteniendo el bombín aplicado en el lado izquierdo del pecho; el inefable casamentero, con su pequeña libreta donde apunta las propuestas matrimoniales que debe tramitar, y sus estremecimientos de horror, recordando a los crueles Borgia, cuando le ofrecen un vaso de leche para saciar su sed perpetua; el párroco que despacha los problemas maritales de sus parroquianas en tanto entabla una lucha feroz con una trucha, vieja conocida; el "secretario" del grandullón O´Danager, consumidor en el bar, de los restos de cerveza negra que han ingerido los clientes una vez abandonados los enormes vasos cuasi vacíos, de una pinta de capacidad; los policías apostadores; los ferroviarios dispuestos a dirimir a golpes sus criterios sobre los distintos equipos de rugby...
Imagino que los estereotipos irlandeses ofrecidos por Ford en su película, tales como el retraso del tren llegado a Castletown, cifrado en seis horas por el mismo maquinista; la recomendación de una señora envuelta en una manta al ofrecer un palo al protagonista, para atizar "a su encantadora esposa" si ésta lo precisa; la lista negra siempre actualizada por el "secretario" y dictada por el cacique O´Danager, todos ellos parecen observaciones de los ingleses ocupantes de Irlanda, para justificar su presencia a cambio de engrosar gratis el folklore del País.
Una vez concluída la homérica pelea final, despertada ya, por fín, la furia pugilítica del protagonista, la película muestra la reconciliación de ambos cuñados, en tanto que el cuento de Walsh resuelve los problemas existentes entre los dos es decir, la entrega de la dote de la hermana de O´Danager (100 libras) mediante una soberana paliza recibida en exclusiva por éste grandullón a manos de su cuñado y acaba con las palabras de Maureen, espectadora de la pelea: ¡Virgen santa! ¡el trabajo que me ha costado hacer de él (su marido) un hombre!
Hola Papá. Muy bonito. Mira si recibes el comentario. Bss. Beatriz
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