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martes, 18 de octubre de 2011

Inocentes internacionales


En plena guerra civil, a mediados de Junio de 1937, Radio Nacional de España, entonces con sede en Burgos, emitió su habitual "parte de guerra" iniciado con las notas agudas de un cornetín de órdenes (no era un sonido grabado previamente, si no producido cada día, frente al micrófono, por un corneta del cuartel más próximo)  reclamando la atención de los oyentes, en esta ocasión para anunciarles la toma de Bilbao (capital de Vizcaya) por las tropas nacionales, en las que figuraban muchas boinas rojas  vasco-navarras.

A continuación, todos pudieron oir los compases solemnes del himno de los nacionalistas vascos dedicado al "Gernikako Arbola" ("El Árbol de Guernica", una especie de tótem sagrado  para los vascos, y más de una lágrima debió deslizarse por la mejilla correspondiente, en toda la zona nacional.

Acto seguido, Guipúzcoa y Vizcaya, fueron declaradas "ipso facto" por el General Franco, "provincias traidoras", así, como suena, porque el "lehendakari" Aguirre, había dado prioridad, al iniciarse el levantamiento militar, a su alianza con el Frente Popular, pese a estar ideológicamente en las antípodas del Gobierno de Madrid, con vistas a la aprobación por éste, del primer Estatuto de Autonomía, considerado por Aguirre, como un paso inicial hacia la independencia vasca.

Pasaron los años, y con un General ablandado por los años, se retiró el epíteto infamante para las dos provincias citadas, en tanto que ambas, en unión de Álava, se convertían en la zona más desarrollada económicamente de España, junto a Cataluña.

Más tarde, extinto ya el General, el tratamiento fiscal, tan soñado por Cataluña, concedido a los vascos, quienes no contribuyen en nada al fondo nacional común solidario, ha hecho de la Autonomía Vasca un lugar privilegiado. Tanto, que la Unión Europea, desde Bruselas, ha gruñido dos o tres veces a causa de las llamadas vacaciones fiscales vascas, pero todos, en Vitoria-Gasteiz y en Madrid, se han hecho los suecos.

Y ahora vienen estos mediadores internacionales sentados en el Palacio de Ayete de San Sebastián- Donostia, creyendo que la suerte de los católicos de Belfast (Irlanda del Norte), literalmente reventados siglo tras siglo, por los "unionistas" del bombín y del paraguas, es igual a la de los desarrollados y opulentos vascos de las ciudades y los casheríos. Pobrecillos,  aunque cobren por sus servicios, no entienden nada. 

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