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martes, 24 de julio de 2012

Ya fuimos intervenidos una vez

Repitiendo la historia

Fernando VII, uno de los peores monarcas españoles, si no el peor, el Rey felón, mala persona, capaz de felicitar desde su exilio en Bayona a Napoleón Bonaparte por las victorias de los ejércitos franceses alcanzadas en su lucha contra los españoles, una vez liberado por El Corso en 1813, traía en los bolsillos de sus casaca, dos discursos, uno constitucionalista y otro absolutista , para pronunciar el más conveniente ante sus embelesados súbditos.

Fernando se percató de la inclinación de sus oyentes por el Absolutismo, y no dudó en ejercerlo, durante los seis años siguientes, gozando de las delicias proporcionadas por el Antiguo Régimen. Pero los tiempos habían cambiado y llegado el año 1820, con un País destrozado por la guerra napoleónica, que no levantaba cabeza, añadidas las arbitrariedades de Monarca y las necedades de sus Ministros, dieron lugar a una deuda pública desbocada. 

Las arcas del Estado estaban siempre exhaustas y pese el continuo aumento de impuestos, tasas, arbitrios, exacciones y gabelas, las necesidades del gasto público crecían sin cesar. Una inoportuna recesión europea y el exceso de empleados públicos en todos los estamentos nacionales, hicieron el resto para sumirnos en la ruina.

Así que la gente se hizo paulatimamente antiabsolutista y permitió que triunfara la sublevación liberal de Riego, el del himno de notas cantarinas, asumido por la Segunda República ciento diez años después, que en cosas como estas se bastó ella solita.

Los liberales se dispusieron a enderezar la economía del País y enjugar la deuda, doscientos millones de reales, creada en el Presupuesto para 1821, con vistas a proceder al relanzamiento económico de nuestra asendereada Nación, en tanto se desmontaban las viejas estructuras y vertebraba un mercado nacional digno de tal nombre. 

Todo esto fue un sueño bienintencionado, porque el Rey, de negro corazón absolutista, tras un trienio liberal dedicado a innumerables discusiones, dimes y diretes entre las diversas facciones liberales, solicitó, y obtuvo la intervención legitimista de las potencias europeas (Francia, Austria y Rusia) plasmada en la ocupación de España por los llamados "Cien Mil hijos de San Luis" el ejército enviado por Luis XVIII al mando del Duque de Angulema, acantonado aquí hasta el año 1828, a cargo del País, naturalmente.

¿Por qué nuestros políticos actuales no leen nuestra Historia? A lo mejor se les ocurría algo para salir del actual embrollo

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