Hasta la segunda mitad de los años sesenta, en España pagaban impuestos directos fundamentalmente los trabajadores autónomos, comerciantes, labradores, etc. como el llamado impuesto "de industria".
Entonces la incipiente clase media inició su motorización y una vez pasado el sarampión del "Seat 600", los ciudadanos sintieron la necesidad de contar con vehículos mas potentes. Así que los propietarios de coches a partir de 1.000 cc, se vieron obligados a hacer la declaración anual de la renta, porque iban de un lado a otro sentados sobre "un signo exterior de riqueza", según la norma vigente.
Desde este momento las arcas públicas dejaron de parecerse a las de los tiempos de Fernando VII, y lentamente comenzaron a colmarse , con la ayuda de otro impuesto directo, el de los "bienes inmuebles" abonados por los dueños de viviendas, que en las ciudades eran todos en la práctica.
Pasada la transición, los contribuyentes aumentaban año tras año, sin cesar, y las administraciones públicas se afanaban en idear nuevos impuestos, consiguiéndolo siempre, como el de "circulación de vehículos" y los aplicados, tanto al consumo de hidrocarburos, como al pago del seguro obligatorio.
El alegre ruido de tantos dineros cayendo en los cofres de los ayuntamientos, diputaciones, gobiernos autonómicos y central, comenzó a llamar la atención de muchos, provocando la aparición de vocaciones políticas irresistibles en aquellas personas proclives a dirigir los destinos de los demás.
Quien entraba en la política por la vía normal, los partidos políticos, llamaba a su lado acto seguido, a un primo, un cuñado, un sobrino, etc convirtiéndoles en asesores para, entre todos, soportar el peso de la Patria.
En dos generaciones las tres administraciones públicas han dado cobijo en España a los 500.000 preclaros políticos actualmente existentes, cifra esta que duplica a la de los políticos de Alemania, cuya población duplica a la española.
El caso es que cuando el ruido de las monedas al caer en las arcas estatales y en todas la demás, se ha mitigado tanto, siendo a estas alturas imperceptible, y se han cumplido con todo rigor las órdenes impartidas por los políticos de Bruselas, al objeto de aumentar los ingresos en las mismas arcas y hacer audible el tintineo de antaño, nuestros 500.000 políticos contienen la respiración sin moverse mucho para hacerse menos conspicuos, porque necesitan reservarse para tiempos mejores, y ayudar a los hoy estrujados contribuyentes. Y así están las cosas.
Muchos políticos han consolidado privilegios como si fueran de "sangre" diferente al resto de los españoles.
ResponderEliminarPara arreglar el asunto necesitábamos al clásico cirujano de hierro de los que ya no se estilan.
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