Las tropas del General Martínez Campos entran en Cartagena |
Hubo una época en España, a partir de la Revolución llamada Gloriosa de 1868, caracterizada por la expulsión de Isabel II de su Trono, durante la cual, la metafórica nave del Estado fue dando bandazos en las procelosas aguas de la política nacional, porque todos, políticos de todas las tendencias, militares de todas la ideologías y obediencias, abogados sin pleitos, periodistas y demás opinantes, querían imponer sus criterios, sucediéndose tumultuosamente en el gobierno de Madrid, dándose empujones unos a otros sin descanso.
Uno de los episodios más chuscos de aquellos años (1868-1874) fue el de la constitución de los Cantones, en realidad, municipios auto-declarados independientes, que pretendieron construir "de abajo arriba" una República Federal, por la fuerza de las armas.
El Cantón más activo y famoso durante los siete u ocho meses de su existencia, resultó ser el de Cartagena, por la belicosidad de sus Jefes, un tal Gálvez y Roque Barcia, diputado a Cortes, dos puntos filipinos.
Ambos dirigieron expediciones terrestres y navales, de carácter punitivo a otros Cantones vecinos que se habían negado a financiar los abundantes gastos del Cartagenero, pues tenía la mitad de la flota nacional anclada en su puerto. La ciudad de Alicante, otro cantón, cercano fue sometida a un enérgico bombardeo por la flota de Cartagena, porque se había negado a financiar nada, así que aguantó estoicamente la lluvia correspondiente de bombas, dedicándose después a restañar sus heridas, no tantas en realidad, dada la impericia de los oficiales cantonales improvisados.
Una decidida marcha sobre Madrid, con propósitos de conquistar la capital fue detenida y desarmada en Chinchilla (Albacete) y allí acabó la aventura de tanto iluso.
Los Jefes cantonales de la antigua Cartagonova discutieron seriamente durante muchas horas, la posibilidad de declarar la guerra al Primer Reich alemán, pues una fragata alemana había capturado al navío cantonal "Vigilante", declarado pirata, como el resto de la flota de Cartagena, por el pobre y atribulado Gobierno de Madrid.
Pensando en su negro porvenir y con el propósito de salvar los muebles, Galvez y Roque, solicitaron el ingreso del Cantón en la Unión norteamericana de los EE.UU., tal como está puntualmente documentado, pero antes de obtener una respuesta de la Casa Blanca, debieron rendirse, al ser ocupada la semi-derruída Cartagena, por el Ejército del General Martínez Campos, quien puso un poco de orden en la vida nacional, al tiempo que colocaba en el trono de Madrid a Alfonso XII, hijo de la destronada Reina Isabel.
La pregunta del día es la siguiente: ¿Fueron Galvez y Roque muy distintos de nuestros contemporáneos Cayo (Diputado a cortes como Barcia) y los toscos sindicalistas Mendez y Toxo, a juzgar por las inconveniencias que dicen y hacen todos los días?
la historia parece repetirse...
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