Para enseñarnos a un reducido grupo de visitantes, la colección de libros especiales, pertenecientes a la Biblioteca de la Universidad de Salamanca, nuestro guía sacó de su faltriquera un manojo de llaves, todas de buen tamaño, y con una de ellas abrió la cerradura del pequeño cuarto de los tesoros bibliotecarios, contiguo a la vieja y bonita sala de lectura convertida en museo.
Giró la llave un par de veces, sujeta con ambas manos, produciendo el ruido característico de mohosas piezas metálicas que se mueven con desgana, empujó la puerta y nos dejó el paso franco al cuchitril, iluminado a través de una especie de claraboya, protegida por la parte interior mediante una red metálica de poco fuste.
Los visitantes nos colocamos en torno a un cofre de tamaño regular, que allí estaba en el suelo, muy semejante al del Mío Cid Campeador, conservado en la catedral de Burgos. Entonces el guía eligió otra llave de su colección, de factura dieciochesca, y abrió el cofre dando lugar a los correspondientes quejidos férreos. Levantó la tapa del venerable recipiente, mostrándonos su interior, donde se apilaban por las buenas, unos libros identificados según nos aseguró como incunables.
Esta visita a la Universidad Helmántica tuvo lugar hace unos veinticinco años, y la recordamos ayer con desaliento al ver en los periódicos las imágenes de la recuperación del Códice Calixtino, desaparecido hace un año de la Catedral de Santiago de Compostela. Resulta estremecedor ver al Sr. Arzobispo de la Diócesis, en pie, manteniendo el Códice por el lomo con una mano y hojeándo con la otra la joya bibliográfica, sin guantes, como si se dispusiera a comprar cualquier anuario en la librería de un supermercado. Nos anonadó.
Menos mal que lo han localizado. Tendrian que guardarse mejor estos tesoros. Muchos besos. Beatriz
ResponderEliminar