A la izquierda la torre de Bankia |
La semana pasada hicieron sus declaraciones ante la comisión de investigación parlamentaria nombrada al efecto, los responsables de Bankia, antigua Caja de Ahorros de Madrid, fusionada con otras cinco o seis Cajas de Ahorro provinciales, en la que se han evaporado 24.000 millones de euros (que deberán reponer los 43 millones de habitantes de este País tan dado a la chanza y al jolgorio, según el Subdirector de la OCDE, aportando cada contribuyente 500 euros previamente pagados con sus impuestos, entre risas danzas y libaciones)
Los comparecientes, muy circunspectos y graves como requería la ocasión, leyeron los discursos correspondientes que les exoneraban de cualquier sospecha de culpa, faltaría más, pasándola bien hacia arriba o hacia abajo, en la escala jerárquica, de acuerdo con su posición en la misma.
Los comisionados componían el gesto de los que están al cabo de la calle en cuestiones financieras de alto bordo, que les acreditaría para siempre, en el material gráfico de las agencias de noticias como inteligentes inquisidores, defensores de la cosa pública.
En definitiva, todos los comparecientes resultaron ser, según sus propias palabras, fieles y honestos servidores de la clientela de Bankia, incluidos los viejos pensionistas atrapados en las redes de las acciones preferentes, con una trayectoria diáfana, como Sus Señorías acaban de oír.
Cumplida su misión, todos los próceres miraron de soslayo, estiraron sus vestimentas, se fueron y no hubo nada.
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