Palacio de Versalles
En la situación actual, económicamente estamos en un ¡ay! continuo. El descrédito de muchas instituciones, oculto hasta ahora, aparece estos días en toda su crudeza (declaraciones del Presidente del Banco de España, del Presidente del Consejo del Poder Judicial y del Tribunal Supremo, de los responsables de Bankia el banco público con una agujero más profundo que la Fosa del Pacífico, etc) Además de obsoletas e ineficientes, estuvieron regidas por ineptos. Todo esto lo saben de sobra los inversores de los mercados mundiales, que obran en consecuencia, dándonos continuos sobresaltos.
Los políticos que nos metieron con tanta alegría, prácticamente desarmados con semejantes instituciones, en el nuevo sistema monetario del Euro, es decir, en el ambiente de las naciones ricas europeas ¿conocían el entramado científico-industrial de estos países, que daba su auténtico valor al euro, o los habían visitado, en el mejor de los casos, dedicados al turismo familiar, admirando castillos, catedrales, bulevares, ríos y montañas, y llegada la hora, solicitando del intérprete la dirección de un buen restaurante típico?
Es de suponer que algunos economistas, jóvenes y no tan jóvenes, sin voz ni foro donde expresarse en sus respectivos países pobres, conocieran los peligros a que se exponían entrando en ambientes económicos tan distintos. Pero no tuvieron la oportunidad de decir una palabra, y aunque la hubieran tenido, nadie les hubiera hecho caso, tan ansiosos como estaban nuestros responsables políticos de contar con una moneda poderosa, incluso más que el dolar, venerado durante toda nuestra vida, y hartos de verlo de lejos en las películas de Hollywood.
Pasadas las alegrías que originaron en su día los fondos europeos de compensación concedidos por los países ricos a los pobres, y alegremente consumidos por éstos, se acabó la fiesta cuando se repitió una situación semejante a la de 1929 en 2006-2007.
Y aunque la cosa no tenga ya remedio, el desastre económico originado en los pobres es posible que algún día llegue a producir en algún rincón de la conciencia de los ricos, algún acto de contrición (expresado en un libro o en una tesis doctoral) sintiéndose culpables de haber visto en los pobres, simples mercados para sus productos, considerándoles, en el fondo víctimas, por supuesto no del todo inocentes, de su codicia
Al igual que los berlineses han conservado en el centro de su ciudad, como recuerdo de la guerra alemana de agresión, una iglesia bombardeada con su torre semidestruída, aquí en España deberían conservar, con los debidos cuidados de mantenimiento, el aeropuerto internacional manchego "Don Quijote", como perenne monumento a la estulticia de los políticos.
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