Cuando ya parecía en vías de solución la última guerra colonial española, que tuvo lugar en el Protectorado de Marruecos, y había sido iniciada hace ahora cien años, para defender determinadas concesiones mineras, el mando responsable, confiado en pacificar la zona con una suficiencia digna de mejor causa, cometió unos errores estratégicos y tácticos tan garrafales, que debieron dejar a sombrados y semi-paralizados a los alumnos cadetes de primer curso de todas las academias militares de las potencias coloniales europeas.
Se efectuó, nada menos, que un avance en flecha, en dirección Oeste, desde la inmediaciones de la ciudad de Melilla (1) sin cuidar para nada de los flancos (error que repetirían dieciséis años después los italianos en Guadalajara, durante la Guerra Civil). Todo se agravó al tomar las tropas unas posiciones en las cimas de colinas, con puntos de aguada situados a dos o tres kilómetros en valles poco accesibles. Algo increíble.
No hacía falta ser un Alejandro Magno o un Napoleón Bonaparte para vaticinar, ante tal despliegue, el desastre del siglo. Semejante disposiciones tácticas constituían una invitación expresa a bereberes y rifeños, para que se sirvieran cortar las lineas de abastecimiento y procedieran al aplastamiento de los invasores. Y así fue justamente como se desarrollaron los acontecimientos.
Cada unidad que retrocedía corriendo a la desbandada, arrastraba a las que estaban detrás (Desastre de Annual 1921). Tan solo reaccionó el Regimiento de Caballería de Alcántara, que dio siete cargas seguidas, las dos últimas al paso, para proteger a los que huían. De los 700 hombres del Regimiento, sobrevivieron 60
Hace dos semanas, el Gobierno actual concedió, por fin, la máxima condecoración española al valor frente al enemigo, la Cruz Laureada de San Fernando colectiva al Regimiento, basándose en el expediente iniciado a partir de los acontecimientos, tras numerosas e interminables suspensiones, la última debida a la consecuente y nefasta Ministra de Defensa Carme Chacón, capaz de poner mal cuerpo al más pacífico de los contribuyentes
(1) Con la anuencia del Rey Alfonso XIII, que le costaría su destronamiento, entre otras cosillas, diez años después del Desastre.
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