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jueves, 14 de junio de 2012

El busilis de la cuestión


Desde que vimos en los documentales, recién acabada la Segunda Guerra Mundial, brigadas  exclusivamente femeninas, afanándose por recuperar los ladrillos de las montañas de escombros de Berlín, Hamburgo, Dresde y de tantas otras ciudades alemanas, hasta la resurrección del País (con la decisiva ayuda norteamericana) apenas habían transcurrido diez años de paz.

En aquellos tiempos del Canciller Adenauer, hasta los socialistas o socialdemócratas de la República Federal Alemana, colaboraron en la tarea de la reconstrucción, sin hacer los dengues y poner los reparos característicos de sus ridículos homólogos españoles, abandonaron sus paparruchas doctrinarias y se pusieron a trabajas con los demás.

La tradición científica alemana, una economía sana, su moneda cada vez más fuerte, su pujanza exportadora,  así como su mercado interior, habían dado tal impulso al País que en breve tuvo lugar, teniendo en cuenta la sangría de la guerra, una carencia de mano de obra, en la que se inscribe la emigración laboral española y el asunto de Pepe que finalmente se fue a Alemania. 

Aunque parezca mentira es notoria la incapacidad de nuestros economistas tratando de exponer algo tan simple y sin embargo tan diáfano para los analfabetos económicos, como somos la mayoría de los contribuyentes,  al tiempo que explican el origen real de la  la actual competencia alemana.

Doscientos empleados de una fábrica alemana,  por ejemplo, de artículos ópticos fabrican microscopios, telescopios, gemelos de campaña, de teatro, etc, con patentes originarias del propio País, que más tarde son vendidos por los chicos listos de la empresa, al resto del mundo, y originan unos ingresos diez o veinte veces superiores a los obtenidos por dos mil trabajadores españoles afanados en recoger la cosecha de los ubérrimos campos valencianos, exportada al resto de los países europeos. La diferencia última de ambas economías alemana y española, es que el marco "subsumido" en el euro alemán  sigue valiendo mucho más que las pesetillas  "subsumidas" de prestado en el euro español, aunque ambos se denominen "moneda única", por decir algo. Así, que el parecido entre ambos euros es el del  diseño del anverso, pura cosmética.

¿En qué estarían pensando nuestros egregios políticos que nos "subsumieron" en unas economías tan diferentes a la nuestra, sin pensarlo dos veces? Y sin proponer ninguna modificación de nuestro sistema productivo actual, no tan diferente, en mi opinión, al de los vaceos, arévacos, ilergetes y demás felices paleohispanos.        
       

1 comentario:

  1. Gracias por el blog papá.
    Ya sabemos que España tiene sol y playa pero también otros tesoros y recursos:arqueológicos, monumentales y una ciencia que se quiere recortar más. Besos, Beatriz

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