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domingo, 24 de junio de 2012

El carisma

Una diputada socialista muy poco carismática

Los analistas políticos hallaron un término común para caracterizar a ciertos líderes de la posguerra, cuyo recuerdo estaba aún vivo en la memoria colectiva. Por ejemplo, el de Sir Winston Churchill, con su halo de tenacidad victoriosa, el del General francés  Charles De Gaulle, con su prestigio patriótico intacto, ajeno a la derrota de su País, o el del Canciller Konrad Adenauer, con su sensatez y equilibrio emocianal, tras tanto años de locura germánica. 

Aquel término común que hizo fortuna fue carisma, una especie de don gratuito, sólo presente en muy pocos elegidos, como los señalados.

Entre nosotros, y más bien por seguir la costumbre, se dijo del primer líder socialista, Felipe González, surgido a la vida pública a punto de concluir la dictadura, que tenía carisma, y allí donde se presentaba era rodeado por una masa de chicas jóvenes, dando saltitos en torno a su figura, gritando o chillando incontroladas.

Por supuesto, todo aquello formaba parte de un "show" programado, y a medida que se impuso la realidad, se sucedieron los problemas. En consecuencia, se produjo la comisión de errores, agotándose el falso carisma de Felipe, aunque éste no lo entendiera así, culpando de sus desgracias a su sucesor inmediato, el Presidente Aznar, al que distinguió con un odio cartaginés, posiblemente algo impostado, en realidad, para hacer olvidar su desclasamiento político-económico. El carisma de Felipe González no era más que "gancho"  verbenero o "sex-appeal", más o menos cinematográfico.

El líder actual de la oposición socialista arrastra con más pena que gloria una turbia carrera política desde los tiempos de Felipe, y carece a todas luces de carisma. Su perfil físico y sus ademanes le identifican más bien con un tendero galdosiano de ultramarinos, de mediados del siglo XIX, siempre dispuesto a apoyar obsequioso la  opinión de cualquier cliente, es decir  toda actitud o palabra antigubernamental, cualquiera que sea su procedencia,  del espectro político de izquierdas o de sus aledaños.

La costumbre de frotarse continuamente las manos, adquirida  es de suponer, en el curso de los crudos inviernos madrileños, y de ladear la cabeza, le definen como una persona de suyo anticarismática . No hay más que verle.

Y lo mismo ocurre con los doce ex-ministros de los Gobiernos anteriores, presididos por aquella desgracia nacional que fué Zapatero, y hoy se hallan refugiados en el Congreso de los Diputados, sesteando aburridos en sus  escaños. Ni tienen carisma ni lo tendrán jamás.  

1 comentario:

  1. Sentados aburridos... y cobrando un supersueldo y sin arreglar nada de nada ¡pobrecitos!

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