Tratar ciertos temas, como el caso de la Ciencia española, conduce inexorablemente a la melancolía. A finales del siglo XIX, Menéndez Pelayo, Pidal, Revilla y Azcárate, y algunos otros, cuyo nombre no recuerdo, polemizaron sobre la Ciencia en nuestro País, sin ponerse de acuerdo, en absoluto. Los dos primeros decían que sí la hubo y los otros dos que ni atisbos. Años más tarde Ortega y Gasset, conocidos los argumentos de los contendientes llegó a una conclusión. Aquí no ha habido una auténtica Ciencia jamás.
Desde que el último Rey musulmán de Granada, Boabdil El Chico, marchó llorando a tierras africanas, la idea de la unidad férrea entre españoles para formar un bloque impenetrable a nuestros seculares enemigos, los de entonces y los que fueran viniendo, prevaleció siempre sobre la idea de la libertad de espíritu, convertida con el tiempo en peligroso tabú, por su capacidad disgregadora. En estas condiciones perdimos el tren de la Ciencia, que ya no hemos recuperado nunca, ni de lejos.
La primera revolución científica del siglo XVII y los avances científicos del XVIII, nos pillaron con el pie cambiado. La segunda revolución científica del XIX y la revolución industrial, fueron olímpicamente desdeñadas, ocupados como estábamos en dirimir fieramente transcendentales cuestiones dinásticas y otras políticas, no menos importantes.
Así, bajando de escalón en escalón, nos encontramos hoy en el trazo horizontal de la L, científica y económicamente, sin saber a qué Santo encomendarnos.
Recuerdo las explicaciones que daba Spencer Tracy a Katharine Hepburn, sobre la posibilidad de que los hombres rivalizaran con las mujeres en la facilidad para llorar ("La costilla de Adán"). Pues bien este tema de la Ciencia en España, resulta de elección para el sollozo introductorio y el llanto incontenible y torrencial de todos, mujeres y hombres, formando un coro inmenso de plañideras y plañideros, como les gusta decir a la feministas presentes en estos andurriales.
Nuestros políticos, prácticamente todos, o tienen una formación humanística, o mire usted, carecen de los más mínimos rudimentos del saber, así que no se les puede pedir comprensión sobre el tema. Ni conocen la Historia de la Ciencia, ni en su vida han visitado un centro de Investigación científica, ni un laboratorio, ni saben nada de nada. Como mucho, algunos quizá recuerden al doctor Frank de Copenhague, famoso sabio e inventor del TBO de nuestra infancia.
Es decir, reunen todas las condiciones precisas para no acordarse de la prometida Agencia Estatal de Investigación y para cercenar sin ningún remordimiento, en 25%, los presupuestos correspondientes, tal como lo han hecho .Que inventen ellos.
Gracias papá. Los recortes con los que amenazan a la Ciencia Española incluye las Ciencias sociales (en las que también se investiga), Ciencias médicas, químicas, biológicas....La verdad es que no siento más que pavor por los que se dedican a repartir los presupuestos y afianzar el pobre futuro del pais. Habrá que pensar en marcharse. Muchos besos. Beatriz
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