Durante la primera mitad del siglo XX, se aplicaban también avances tecnológicos que afectaban a la vida diaria, aunque no con el vertiginoso ritmo actual, ni mucho menos, y la gente tenía más tiempo que ahora para asimilar aquellas maravillas.
Recuerdo a este respecto la figura venerable de don Policarpo, capellán y profesor del colegio Nuestra Señora de la Compasión, de Aguilar de Campoó. Este señor fué uno de los usuarios pioneros de los primeros teléfonos instalados en la villa, en tiempos de la Dictadura del General Primo de Rivera. Había observado con atención el tendido de los cables telefónicos y charlado con los obreros, haciéndose su composición de lugar sobre el asunto, como se decía entonces.
Así que una vez supuestamente enterado de los detalles, don Policarpo decidió experimentar el novedoso invento por sí mismo. Entró en el despacho de un pariente que se había integrado recientemente en la corriente del progreso, descolgó el auricular de aquel artefacto de madera atornillado en la pared y lo situó, firmemente aplicada la baquelita a su oído derecho. Entonces esperó oir alguna señal de bienvenida, o similar. Como pasaba el tiempo y todo seguía en silencio, don Policarpo, miró con extrañeza aquel chisme callado como una tumba, con el gesto de perplejidad, que acabó siendo después un estereotipo en el cine hablado, aclaró su garganta y dijo su nombre con voz tan estentórea como pudo: ¡AQUÍ DON POLICARPO! ¡AQUÍ DON POLICARPO!.
Antes de identificarse de nuevo alertando al vecindario de la villa entera, alguien que había observado la aproximación de don Policarpo al invento, le hizo notar que era preciso dar dos ó tres vueltas al pequeño manubrio situado a un costado del teléfono. Don Policarpo contestó que él era partidario de omitir trámites para abreviar el proceso, y de ahí sus maneras expeditivas. De todas formas cuando conoció el significado de las vueltas de manivela, intentó disimular su decepción, y se enfrió algunos grados su entusiasmo tecnológico.
En el curso de aquellos mismos años, las comunicaciones telefónicas entre distintas provincias, exigían enlazar un número variable de centralitas, y cuando las conversaciones, llamadas entonces telefonemas, pasaban de una a otra centralita, las voces se debilitaban, de tal manera que, sin pretenderlo, don Policarpo había marcado la pauta.
Desde la calle, frente a la Compañía Telefónica Nacional de España de Aguilar, pese a tener dos ó tres locutorios nada más, se oía un desconcierto infernal de voces, normalmente desesperadas porque los usuarios del invento no se hacían entender de sus interlocutores. Casi todos ellos prometían escribir la correspondiente misiva, con las explicaciones pertinentes que el invento en cuestión no había sido capaz de transmitir.
Y desde ahí hasta hoy!!!
ResponderEliminarHemos estado los cuatro chateando con el móvil a la vez...estando cada uno en un sitio distinto!!! la tecnología me supera pero me parece estupenda!
Ya estoy en DF de nuevo. Sorteado el huracán Irene.
Muchos besos para todos!
Gracias papá. Me ha encantado este relato de recuerdos. Es verdad que ahora lo que parecía hace poco ciencia ficción ya está aquí. Un beso. Beatriz
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