Las dobles versiones de un mismo hecho, tan frecuentes en la historia, responden algunas veces a conveniencias del guión, como hemos visto hace un par de días, y otras simplemente confirman la veracidad del asunto tratado.
Por ejemplo, a la ocupación musulmana de la Hispania visigótica (711-713) que tan felices hizo a los vencedores, le salió al poco tiempo, en las montañas cántabras y más concretamente en Asturias, un sarpullido disidente, que daría al traste con el tinglado de la Conquista.
Cuando el valí responsable de la zona, se percató de la existencia entre las brumas, allá en lo alto de los riscos, de gentes montaraces, no sometidos a la autoridad del califa de Damasco, mofándose ó poco menos de tal autoridad, se despertó en él de inmediato un reflejo represor que le impidió pensar con claridad, y sin más se puso al frente de una nutrida unidad militar. Y la llevó hasta aquellos parajes rocosos, cerca de la actual Covadonga, con el propósito de meter en cintura a los levantiscos, vendiéndoles al mejor postor en el mercado cordobés.
Pero tan sólo se dió cuenta, el pobre hombre, de haber metido a su tropa en una ratonera, es decir en un estrecho valle sin salida, cuando empezaron a caer enormes piedras, brillantes por la lluvia, empujadas con los pies por los disidentes, desde una notable altura, que se rompían en cien fragmentos, convertidos de inmediato en proyectiles, al chocar contra el suelo rocoso del valle. El resultado fué un desastre sin paliativos para el valí y sus tropas.
En este episodio los cronistas cristianos siempre vieron el inicio de una Reconquista, esto es de un primer paso que llevó después a la novena ó décima generación a partir de los primeros disidentes, a conquistar la capital, Toledo, del reino visigótico y pocos años más tarde a convertir en vasallos al conjunto de la morería. Para entonces, la grandeza de Córdoba, cantada diplomáticamente por el Presidente Obama, de los EE.UU. había pasado a la Historia .
Los cronistas musulmanes, muy a su pesar, confirman el enfrentamiento de Covadonga, pero no aclaran ningún detalle, porque a la sazón ya funcionaba la corrección política. Hoy lo sabemos , pues en las crónicas de la época llaman una veintena de veces y con despecho "asnos", a los primeros cristianos que les habían plantado cara, sin venir a cuento, tan sólo por sentirse molestos. Y ahora dicen que quieren volver.
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