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sábado, 9 de julio de 2011

La voracidad de la cosa pública



Cuando era niño oí a los mayores comentar escandalizados que el alcalde había creado una nueva tasa por cada grifo de agua corriente existente en las viviendas de la anteiglesia (Baracaldo, Vizcaya). Fué mi primera noticia sobre la voracidad de la cosa pública.

Veinte años después me encontraba ejerciendo mi profesión en un lugar agreste de la provincia de Teruel llamado Nogueruelas, y felizmente olvidado de la hacienda pública la cual, al parecer, no me había detectado aún como ente susceptible de ser estrujado.

Transcurridos otro par de años fuí visualizado, si así puede decirse, por las antenas del monstruo hacendístico, y esto ocurrió viviendo Josefina y yo, en Santa Lucía, otra aldea perdida al Sur de la provincia de Ávila, entre montañas, pese a lo cual, no escapé, en esta ocasión, del Ministerio de Industria.

Porque, en efecto, cierto día ocupado en ir de un lado a otro para apreciar la labor realizada la noche anterior con mis pacientes por la Divina Providencia, observé a varios vecinos caminando hacia la cabecera de la zona, el Barco de Ávila, distante seis ó siete Km de Santa Lucía. (1)

Pregunté entonces a uno de los viandantes que dónde iban tan galanes trajeados de domingo con tanta determinación, y el interpelado, el señor Nicolás, mi antiguo huésped, me miró inquisitivamente extrañado por mi ignorancia: "¿ pues dónde vamos a ir? a pagar la contribución de Industria"

"¿Industria?" dije "¿qué industria?". Miré a un lado y a otro sin ver ninguna instalación siderometalúrgica ni minera. Allí estaban los mismos bancales de siempre con algún manzano, en las laderas de los montes, robles aquí y allá, viejos castaños en abundancia y poco más. " Usted también tendrá su recibo esperándole en la oficina del fisco", añadió Nicolás Y así pude saber la existencia de mi colaboración involuntaria con el Ministerio de Industria, una realidad de la que no había sospechado jamás.

Pasados los años, un torrente de facundia tributaria ha inundado nuestras vidas, anegándonos con sus impuestos, tasas, exacciones, contribuciones, prestaciones, cobros, cargas y gravámenes

Pese a todo, el alcalde de Madrid dice que no tiene un duro ¿será quejique?

(1)Santa Lucía y sus anejos han desaparecido del mapa, salvo uno, Tremedal de la Sierra, citado por don Camilo J. Cela en uno de sus libros (Moros y cristianos, creo recordar) como productor de una harina finísima. Dudo que don Camilo subiera hasta allí. Los vecinos de Tremedal sembraban cebada y centeno. Lo de la harina finísima se da en cotas mil metros más bajas, don Camilo.


Foto: Fachada del Ministerio de Hacienda, en la madrileña calle de Alcalá

1 comentario:

  1. Estrujadisimos!!
    Mas de la mitad de nuestros ingresos van directamente a hacienda, en concreto el 56% y pretenden que paguemos mas??????
    Pues Sr.P o Sr. R. No!!!!! YO SI QUE ESTOY INDIGNADA!!!
    Si no sabe gobernar, crear empleo, y generar riqueza....VAYASE!!
    Es que he leído la prensa y me he indignado literalmente.
    Muchos besos a todos

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