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viernes, 15 de julio de 2011

La plata del Rey



Las carreteras estatales españolas durante los primeros años del siglo pasado, me temo que no tenían un mantenimiento pasable. Y esta debió ser la razón por la que el Hispano-Suiza T 15 del joven Rey don Alfonso XIII se encontrara en cierta ocasión con las cuatro ruedas hundidas en el espeso barro de un badén.

Ciertos hispanistas (Beevor, Preston) han sentido una especial predilección por la foto de aquel suceso porque explicaría, según ellos, la relación entre un pueblo sumiso y la monarquía insensible y prepotente. Pues en efecto, la foto inmortaliza a siete mozos de alguna aldea cercana, empujando con esfuerzo el Hispano real, mientras el Rey, al volante del coche, trataba de mantenerlo en aquel simil de carretera.

En mi opinión, y teniendo en cuenta el carácter de don Alfonso, lo probable es que una vez liberado el Hispano del cepo barroso, el monarca diera las gracias a los muchachos y ordenara a su edecán el reparto de algunas pesetas entre sus ocasionales salvadores.

Apunto esta suposición frente al parecer de los hispanistas, basado en un curioso caso que presencié junto al Dr. Escobar en una alquería cercana a Caminomorisco, de las Hurdes Bajas, en los primeros años setenta.

Paco y yo estábamos después de comer sentados a la sombra, cuando se nos acercó un anciano renqueante, preguntándonos si podía enseñarnos un bulto de su espalda. Asentimos, el hombre se quitó la chaqueta como si estuviera en una consulta formal, y levantándose la camisa nos dió la espalda mostrándonos un quiste sebáceo de tamaño regular bajo la piel, sin adherencias a planos más profundos. Paco le explicó qué era aquello, cosa probablemente oída muchas veces por el anciano en sucesivas "consultas". Nos dió la gracias y se marchó, pero cinco minutos después estaba otra vez frente a nosotros con un pequeño bulto de tela en su mano derecha extendida. Con cuidado separó las cuatro esquinas de la tela y nos mostró su tesoro: una moneda de plata de cinco pesetas que siendo niño le había dado personalmente el Rey don Alfonso con ocasión del viaje que hizo el Monarca a las Hurdes, acompañado por el D.Marañón, no muchos años después del incidente con el Hispano-Suiza T 15.

Aquel gesto del viejo hurdano dejándonos ver su pertenencia más preciada, lo consideramos como el pago de su "consulta a los doctores de Madrid".

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