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lunes, 18 de julio de 2011

La primera dictadura



En pocos años, de manera casi subrepticia, España fué deslizándose hacia su primera dictadura del siglo XX. Me gustaría describir el proceso en pocas frases. Es cuestión de intentarlo.

La guerra de Marruecos y el mantenimiento del Ejército, costaban una pasta, como se dice ahora : nada menos que la mitad del presupuesto anual. La pacificación de aquellos pedregales rifeños, en los que nos habían metido Francia y Gran Bretaña, recelosas la una de la otra, las cuales, a su vez, pretendían alejar de la zona al Imperio Alemán, parecía más alejada cada día.

La trágica retirada de Annual hasta las puertas de Melilla (1921) que fué más bien un sálvese quien pueda y contagió a casi todas las unidades combatientes, tuvo un efecto demoledor en la moral del País.

Por otra parte la relativa bonanza económica originada por las exportaciones de todo lo habido y por haber en el solar patrio, desde barcos a botas, hechas a los países aliados durante la Primera Guerra Mundial, se acabó con la Paz de Versalles, dejando como contrapartida lo que entonces se llamó "la carestía de las subsistencias" cuya incidencia golpeó especialmente a las clases más modestas.

La disminución del campesinado en favor del proletariado industrial, iniciado en esta época y continuado durante las dos siguientes, facilitó la labor de captación por parte de los sindicatos de clase, y del anarquismo, la de este último especialmente en Cataluña, con el consiguiente adoctrinamiento, que daría sus frutos quince años después.

Entre unas y otras cosas, el deseo de un cambio había infiltrado a toda la sociedad sin distinción de clases, y el golpe de estado incruento llevado a cabo por el General Primo de Rivera, fué recibido con alivio por todos, desde el Rey don Alfonso, hasta el Sindicato de la UGT y los políticos socialistas que prestaron su apoyo al General.

Así, se inició también una sutil corriente de simpatía entre la Dictadura y el Régimen dictatorial del cavalliere Mussolini, aunque las diferencias personales entre el Duce italiano y el General, eran abismales. El General se paseaba por Madrid sin escolta, vestido de paisano con su canotier y su bastón de bambú, fumando un puro y comprando su mercancía a las floristas de la calle de Alcalá, para adornar su solapa, en tanto que Mussolini, con sus fastuosos uniformes, rodeado siempre por su guardia pretoriana intentaba rememorar los fastos de la Roma Imperial para enfervorizar y galvanizar a sus compatriotas.

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