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domingo, 13 de mayo de 2012

Las cosas empezaron así

Felipe González y Alfonso Guerra antes de transformar la sociedad

Un símil de estadista que tuvimos hace casi veinte años, por cierto, Premio Carlomagno concedido por la Unión Europea en Aquisgrán (Aachen), entendió su presencia al frente de los destinos de España, junto al resto de los compañeros autodenominados progresistas, como transformador de la Sociedad civil y esto quería decir, modernizarla a partir del único modelo conocido por ellos, el provinciano, que rechazaban de plano

Pusieron en marcha una serie de medidas dispuestas como rampas de lanzamiento, que pronto darían sus frutos. De inmediato prestaron atención tanto a los sin tierra, los desheredados de la fortuna, es decir,  los pobres de Andalucía, como a los ricos procedentes de cualquier parte del solar patrio. Para éstos últimos crearon, a imitación de otros países europeos, unas sociedades, (SICAV), que les permitía pagar a la Hacienda pública, tan sólo un 1% de sus rentas financieras. Requerían un capital mínimo de 2,5 mill de  Euros y un máximo de cien socios, interpretables también como 1 socio y 99 testaferros o "mariachis".

Los pobres se vieron notablemente favorecidos por el progreso nacional mediante los Planes de Empleo Rural (PER), con los que aseguraron el sustento las antaño famélicas legiones, a cargo de la Hacienda Pública "per secula seculorum"

El grueso de la población, situada económicamente hablando, entre los ricos y los pobres andaluces, cotiza hoy hasta 56% de sus rentas (generalmente del trabajo), y constituye un segmento del espectro civil que se va acortando a medida se suceden los meses y engrosa el segmento de los parados.

Las Cajas de Ahorros, aproximadamente la mitad del sistema financiero, fueron favorecidas por iniciativa progresista, con la entrada  en sus Consejos de Administración de vocales nombrados por los Partidos políticos y por los Sindicatos de clase, la Unión General de Trabajadores (UGT) y Comisiones Obreras (comunistas).

Loa agujeros negros insondables, almacenes de capacidad infinita de deudas, creados en estas Cajas, en el curso de los años a iniciativa del inquieto progreso, han obligado a la intervención de tales Cajas por la Hacienda Pública, para salvarlas de su colapso financiero, en diez ocasiones. La última intervenida, durante la semana pasada,  resultó ser  la Caja de Ahorros de Madrid, previamente  unida a otras siete Cajas de escasa entidad e incontables impagos, originándose serios sobresaltos en la clientela correspondiente, del que muchos no nos hemos repuesto todavía. Y es que el progreso tiene estas cosas.      


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