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jueves, 24 de mayo de 2012

Irritantes políticos

Doña Esperanza Aguirre poniendo los puntos sobre las íes

La mediocridad y sinsubstancia de nuestros políticos, autodenominados vocacionales, suelen ponerse de manifiesto cuando necesitarían que la lógica  y el sentido común se apoderaran de sus espíritus al exponer su opinión a la prensa en cuestiones fundamentales como el separatismo.

Los pacientes lectores de los periódicos, suelen enfrentarse frecuentemente con estas estruendosas falta de lógica y ausencia de sentido común de sus políticos, y el desaliento se extiende entre sus filas (las de los lectores).

La opinión de doña Esperanza Aguirre, Presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid, abogando por el cierre de un campo de fútbol madrileño, cuyo público procedente de Cataluña y del País Vasco está confabulado para ofender a la Nación española en dos de sus símbolos, el Himno Nacional y la persona del Príncipe de Asturias que mañana viernes presidirá el acontecimiento deportivo en cuestión (Final de la Copa del Rey), ha despertado la irritación de los políticos, cuyo argumento básico al oponerse a las palabras de doña Esperanza es aducir  "la libertad de expresión" del público, que tiene derecho, algunos lo han calificado de inalienable, para manifestarse.

La cerrilidad, tantas veces demostrada, de los políticos nacionalistas, les ha llevado en esta ocasión, a equiparar la expresión hablada o escrita de una discrepancia de criterio, con los pitidos, gritos, rugidos o insultos procedentes de ciento cincuenta mil gargantas de los aficionados..

A los demás políticos, en el poder o en la oposición, les intimida el hecho de adoptar una postura independiente frente a la marea separatista. Están en la ambigüedad, en el ten con ten y el miedo a mostrar su desacuerdo, en definitiva, en la indignidad. Si creen que con esta postura van a ganar el aprecio de semejante separatismo brutal, se equivocan, como vienen haciéndolo  durante los últimos treinta años. 

A los políticos, si quieren seguir disfrutando de sus prebendas muy superiores a las de los nobles del Antiguo Régimen, debemos exigirles, como mínimo, firmeza de convicciones e inteligencia. De otra forma ¿para qué los queremos? 


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