Cambio de 3 farolas para sostener la economía (Presidente: Zapatero)
La depresión económica iniciada con el hundimiento de la Bolsa de Nueva York, en octubre del 29, creo que fue un viernes llamado negro, resultó algo así como un sonoro anuncio para la gente, haciéndola saber que se habían terminado los locos felices veinte, los años dorados del charlestón, del foxtrot y de las compras a crédito.
Los Estados Unidos no se recuperaron hasta pasados más de diez años. En aquella época, la economía española se hallaba relativamente al margen de la mundial y el impacto de la crisis fue menor. Más de la mitad de los españoles vivían en pueblos pequeños, en aldeas, se hallaban al margen del consumo y vivían de los productos de una agricultura marginal de subsistencia.
Ahora las cosas son muy distintas. La crisis iniciada también en Estados Unidos nos ha sorprendido codeándonos con las mejores familias europeas, haciendo cruceros, gastando los euros que no teníamos, creyendo que aquello duraría para siempre .Construyendo aeropuertos internacionales aquí y allá, puertos deportivos con tropecientos amarres, autopistas, vías para trenes de alta velocidad, circuitos para Fórmulas 1, etc. y piscinas, sobre todo olímpicas. En fin todas las cosas hechas a lo grande sin reparar en gastos.Creíamos ser alguien y no pasamos de constituir junto a griegos, italianos, portugueses e irlandeses unos insignificantes pardillos.
Las medidas adoptadas para paliar lo que se venía encima parecieron tomadas por una comisión de residentes en un nosocomio. Entonces se entendió que dinamizar la economía era equivalente al arreglo de aceras de todos los pueblos y ciudades de España, o hacer zanjas para taparlas acto seguido y cosas así.
Poner a flote nuestra economía supera las posibilidades europeas y salir de la sima en que nos hallamos. por nuestras propias fuerzas parece en extremo difícil, teniendo en cuenta que más de un tercio de la población está medio amotinada y su sueño es convertirnos en una masa feliz de cubanos, porque candidatos a constituirse en nuestros Castros los tenemos por docenas, sin ir más lejos el mismo señor Gordillo, alcalde de Marinaleda (Sevilla) que ya tiene la barba crecida y todo.
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