Los niños antiguos, quiero decir los de las generaciones infantiles anteriores a las tres o cuatro últimas, identificarían sin dudar un instante, a uno de los pocos personajes históricos, el Cid Campeador (siglo XI) incansable luchador contra el moro, como un hombre capaz de engañar astutamente a dos banqueros de su ciudad (Burgos). Porque, en efecto, garantizó el pago de un préstamo hecho por los banqueros, para organizar una mesnada y pagar la soldada de sus guerreros, entregándoles un cofre cuidadosamente cerrado, lleno de arena y piedras recogidas a orillas del Río Arlanzón, asegurando que eran las joyas preciadas de su familia.
Si alguien duda del episodio, sepa que el cofre del Cid se halla colgado en una pared de la catedral de Burgos. Nadie se explica qué puede hacer tal recipiente en un lugar como aquel. Pero allí está. Y a menos que sea una superchería , a las que tan dados eran las gentes del XVII en cuestión de reliquias, para evitar dudas, bajo el cofre se muestra un letrero de la época, de tamaño regular, donde bien claro dice ser aquel, el " Cofre de el Cid"
Tras el engaño cidiano, las cosas sucedieron siempre al revés y si bien el caso del banquero veneciano Shylock, como saben los lectores de Shakespeare, sea un caso extremo, pues este sujeto estuvo a punto de cobrar una deuda pactada con el inconsciente cliente, si éste no devolvía los dineros prestados con los intereses en el plazo convenido, mediante una libra de carne obtenida por el banquero "in situ" del cuerpo serrano del prestatario.
Sin llegar a tales demasías sangrientas, las actuales Cajas de Ahorros de España, otrora instituciones benéficas, están acreditándose hoy como siniestras sociedades, desalmadas e implacables. Por ejemplo, expulsan de las casas a los inquilinos porque, perdidos sus trabajos, no pueden pagar los préstamos recibidos para comprarlas en su día, y les obligan a seguir abonando los intereses de tales préstamos, ya que la valoración de las viviendas había sido hecha por las propias Cajas, las cuales fijaron un precio dos o tres veces superior a real.. Una abominación.
No contentas con estas prácticas, en la linea Shylock, las Cajas han inventado unos "productos" llamados "preferentes" para atraer a viudas, jubilados y otras criaturas dueñas de unos magros ahorros, prometiéndoles un final de su vida plácido y feliz, disfrutando de rentabilidades superiores a 7%. Cuando las condiciones del mercado financiero han cambiado a causa de la actual debacle, las Cajas señalan a sus clientes quejosos de no recibir lo prometido, las claúsulas propias al caso, pertenecientes a los contratos firmados por ellos mismos, en virtud de las cuales recibirían el capital confiado, una vez estrenado el próximo milenio, es decir, el tercero.
Vistas así las cosas, parece que el asunto de la libra, sobre todo si es obtenida en cómodos plazos y de lugares diferentes del palmito de los clientes, no es una solución tan mala, como las que brindan la femetidas Cajas.