Juan Pipaón haciendo una reverencia al Ministro. "Memorias de un cortesano de 1815" de B. Pérez Galdós
Alguna otra vez he citado al señor Pipaón, el personaje de Pérez Galdós, capaz de olisquear con suficiente anticipación los tan sólo en apariencia bruscos cambios políticos, producidos durante el primer tercio del siglo XIX en España, de manera que una vez producido el cambio, Pipaón sabía esperar sonriente a los vencedores en el sitio adecuado, y convertirse "ipso facto" en su edecán, al tiempo que seguía beneficiándose de las arcas públicas. Un sinvergüenza con empatía.
En estos tiempos que corren, menos finos, no es preciso ser tan avisado. Aquí tenemos un Pipaón con faldas, procedente del campo progresista y de la superioridad moral, doña Carmen Vela Olmo, participante en la campaña realizada en favor del primer Presidente español de mentalidad adolescente, alabado por la señora Carmen como si fuera una fan del cantante de turno, dando histéricos saltitos, al igual que lo hicieron otras dos adolescentes Ministras zapateriles, Pajín y Aído, cuando el Congreso aprobó una de sus siniestras leyes.
En esta ocasión la señora Carmen estaba respaldada por una serie de sujetos, clones de los socios del Patio de Monipodio sevillano, profesionales del improperio y asiduos receptores de las dádivas del poderoso. Es decir, nunca expuso su pensamiento ante sus colegas científicos y circunspectos, sino en el ámbito tabernario, faltón y canalla de "los de la ceja".
No contenta con este público y notorio apoyo a Zapatero, lo repitió no hace un par de meses con Rubalcaba en su fallida y desmayada campaña, sujeto adherido ahora como una lapa en una roca batida por el mar, a su escaño del Congreso.
Doña Carmen ha sido nombrada Secretaria de Estado de Investigación por el Ministro de Economía, que no se ha mostrado precisamente un águila con semejante nombramiento, pese a su fama de hombre de luces. Así pues no puede quejarse si doña Carmen le sale rana. Por cierto, en la puerta del Ministerio, con su flamante nombramiento bajo el brazo, ha dicho a los periodistas que la Ciencia no tiene color político. ¿No?
Es usted tonta, doña Carmen ¿o qué? ¿La política científica no tiene color político? Lea usted la Historia de la Ciencia, doña Carmen, no delire.
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