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viernes, 6 de enero de 2012

Aventuras bélicas

La máscara en cuestión

El Jefe de la Agrupación de Sanidad Militar número siete, era un militar precavido y seguía al pié de la letra la conocida máxima latina "si vis pacem para bellum". Así que preparaba la guerra a su manera.

En uno de los almacenes, la Agrupación contaba con varios miles de máscaras antigás, según me pareció entonces de modelo alemán, y en el garaje, entre otros vehículos, dos camionetas italianas SPA, de silueta grácil, ruedas increíblemente estrechas y marcha vacilante, que creo haber citado ya, camionetas dispuestas para la desimpregnación de las tropas gaseadas mediante duchas con  agua extraída, sirviéndose de una bomba aspirante-impelente, de cualquier arroyo ó riachuelo. 

Vistas sus posibilidades y para adiestrar a  los elementos de la Agrupación, el Tnte Coronel decidió ensayar nuestra capacidad de defensa en una guerra química total. Ordenó el reparto a todos, oficiales y soldados, de máscaras antigás. Fijó un lugar en el campo, a unos kilómetros de Valladolid, y hasta allí se desplazó la Agrupación al completo.

Según desgranaba sus órdenes el Tnte Coronel, a través de un capitán, procedíamos a cumplirlas. En primer lugar, colóquense las máscaras bien apretadas a la cara. La experiencia es similar a meter el rostro y la cabeza en el interior de una cubierta nueva de camión, aspirando la fragancia natural del objeto.

Caminar con el artefacto pegado a la cara y fijado al cráneo mediante dos correas, y no digamos correr,  se hace penoso, pero trepar cuesta arriba en tales condiciones resulta intolerable. A los pocos minutos todos levantaban la máscara tirando hacia arriba del filtro, para respirar el aire puro de Castilla por las vías naturales.

En cuanto a la desimpregnación, se intentó, pero debimos volver al cuartel sin aclarar si las dificultades procedían de la aspiración ó de la impulsión de la bomba. Un poco frustante la experiencia.

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