Tribunal Constitucional. Madrid
Un presentador de TV enumeraba, hace un par de días, las causas pendientes que tiene ante el Tribunal Supremo el antiguo magistrado de la Audiencia Nacional, don Basaltar Garzón, ex-Juez estrella, ególatra donde los haya y marrullero judicial capaz de obtener sin tasa eximentes y agravantes en abundancia, que llevarse a los expedientes, capaz de aprovechar cualquier resquicio de los entresijos procedimentales para escurrirse sinuosamente, y dejar a los togados con el legajo entre las manos, mirándose unos a otros, sin saber a qué carta quedarse.
El caso es que el presentador, refiriéndose a una de las causas con las que los Jueces del Tribunal quieren inmovilizar a don Baltasar, mencionó lo que se ha convertido en los últimos tiempos en una frase hecha: "los crímenes del fraquismo", pronunciada sin entonación ninguna, como podría haberse referido al "anticiclón de las Azores", de una manera totalmente neutra. Así es como nacen y crecen los mitos de la Historia: difundiéndose con dos palabras autoexplicativas, sin argumentos adicionales, para ser directamente tragados por las masas.
Don Baltasar llamó en su momento la atención del mundo judicial, exigiendo a todos los juzgados de España, los certificados de defunción de todos los Jefes y Generales de las promociones que intervinieron en la guerra civil para empapelarles, pidiendo además a todos los párrocos, de las cinco o seis mil parroquias españolas, relación circunstanciada de los sepelios efectuados en los cementerios corespondientes bajo su jurisdicción, cuando se trataba de muertes violentas desde 1936 a 1975, ambos años incluídos. Seguramente alguien, ante la cantidad de papel que ingresaba diariamente en el despacho de don Baltasar, habría que verlo, dió aviso a las autoridades competentes de la Magistratura y quizás de la Psiquiatría Nacional, y allí se acabó la función de fuegos artificiales baltasarina.
Por el momento mientras recusa uno tras otro a los jueces que pretenden juzgarle, y ya van diez, don Baltasar sigue peleando denonadamente, sin descanso, con sus últimos enemigos, mientras recoge datos para su próximo libro.
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