Tengo una pesadilla recurrente desde hace muchos años, y desconozco qué puede haber, durante el sueño, tras esa especie de vertidos intermitentes de elementos subconscientes en las descargas electro-químicas neuronales. Únicamente puedo apuntar como característica de tales vertidos, su inagotabilidad. Llevo casi sesenta años con el tema.
El caso es que, ó bien me falta una asignatura para acabar la carrera, con el rosario de consecuencias judiciales en las que puedo hallarme incurso, una vez entre las garras de la Ley, ó bien debo examinarme de latín ante el catedrático de la asignatura don Antonio Magariños del Instituto "Ramiro de Maeztu". Según el esbirro de turno al repartir las hojas del examen debía, no sólo proceder a la traducción del texto facilitado sino explicar el contexto en que se había redactado tal texto, en sus facetas políticas, sociales, económicas y religiosas de la Roma republicana ó de la imperial, según fuera el caso.
Como me ocurre siempre en mis pesadillas, don Antonio había facilitado a sus alumnos, el año anterior, al que yo no asistí, una serie de diez "puntos" ó principios sintácticos capaces, al ser aplicados, de facilitar "ipso facto" traducciones perfectas de los textos latinos.
Los alumnos de don Antonio, todos adolescentes angelicales, leían uno tras otro con voz clara y profesional, fragmentos de algún texto de Cicerón, César o Tito Livio, y a continuación los traducían ante la aprobación y complacencia del profesor. Cuando llegaba mi turno de lectura, incorporado a la clase el año posterior al de la facilitación de los "puntos", mis traducciones no los tenían en cuenta, y al oírme don Antonio hollar de manera tan grosera las exquisiteces sublimes del clasicismo, debía sentirse invadido por una cólera sorda y quizás por algún enojoso sarpullido tan sólo visible en su cuello, pues los genitivos de mis frases ¿ó eran los dativos? carecían en mi traducción de la concordancia precisa con los verbos en la modalidad pasiva ¿ó era la activa?. Un auténtico desastre. Sentía, tal como ocurre en mis sueños, que a don Antonio no le hubiera importado fulminarme. Ahora que lo pienso, parecía un profe maligno de Hogwarts. A ver si hay algo de esto en mis pesadillas.
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