1935 La kermesse heroique
A comienzos del siglo XVII un heraldo se dispone a anunciar la llegada inminente de un Tercio español en una tranquila y, al parecer, vacía ciudad flamenca. Ante las puertas del Ayuntamiento, el heraldo frena su caballo haciéndole sentarse sobre sus cuartos traseros, descabalga de un salto, sube a zancadas las altas escaleras que le conducen a la planta noble del edificio, llega al salón en cuyo perímetro se sientan acurrucados en sus sillones los temblorosos consejeros del burguermeinster, se pone en jarras ante ellos, y sin descubrirse, a voz en grito, exige alojamiento en las casas de la ciudad para que puedan pernoctar cómodamente las tropas y los oficiales de Su Católica Majestad, el Rey nuestro Señor, que están a punto de llegar.
Sin añadir una palabra más, el heraldo se descubre , hace una burlona reverencia al Consistorio, y desaparece.
Así comienza la divertida comedia francesa de Louis Jouvet, "La kermesse heroica", que recordé hace unos días, en cierto momento de los discursos de la ceremonia de investidura del nuevo Presidente en el Congreso de los Diputados.
Llamado a la tribuna de oradores el representante de la rama política de ETA, Sr. Antigüedad, éste tuvo a bien enfundarse con rapidez su saco como dicen los mexicanos, sobre la camisa roja garibaldina, abierta y sin corbata, en deferencia quizás, a tan selecto auditorio, e inició su discurso de perdonavidas en medio de un silencio sepulcral.
Muy en su papel, el garibaldino cuyo nombre es el de una villa burgalesa, lo cual denota su origen maketo, dirigió sus poco ocultas advertencias al aún candidato a la Presidencia del Gobierno, añadió unas gotas de lírica euskalerríaca a su discurso y concluyó que no le votaría por considerarle representante, de a una potencia extranjera. Dicho lo cual, saludó con una cabezazo al Presidente de la Cámara, y se sentó en su escaño al tiempo que recibía las cálidas felicitaciones de sus compañeros esuskalerríacos.
Muy en su papel, el garibaldino cuyo nombre es el de una villa burgalesa, lo cual denota su origen maketo, dirigió sus poco ocultas advertencias al aún candidato a la Presidencia del Gobierno, añadió unas gotas de lírica euskalerríaca a su discurso y concluyó que no le votaría por considerarle representante, de a una potencia extranjera. Dicho lo cual, saludó con una cabezazo al Presidente de la Cámara, y se sentó en su escaño al tiempo que recibía las cálidas felicitaciones de sus compañeros esuskalerríacos.
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