Quizás la anécdota sea cierta. Se dice que el General De Gaulle, Presidente de la República Francesa dijo a sus ministros en un arrebato de cólera: ¿Cómo es posible gobernar un País donde existen quinientas variedades de quesos?
Desconozco si nuestra manía de hacer las cosas diferentes a las del vecino, ha llegado en España tan lejos como en Francia en cuestiones queseras.
Si nos fijamos exclusivamente en la manera de moverse bailando nuestros paisanos y paisanas, la variedad salta a la vista y sin duda resulta más diversificada que en otros países europeos, Francia incluida.
Sin ánimo de ser exhaustivos como dicen los académicos, tenemos en primer lugar la ceremoniosa, discreta y educada sardana catalana, cuyas reminiscencias dieciochescas la distingue del resto de los bailes regionales, bien sea la melodiosa muñeira gallega, los aurrescos vascos y las danzas guerreras , desarrolladas para asustar a los legionarios romanos, dejándoles sin resuello antes de entrar en combate, o las vibrantes jotas aragonesas, que indefectiblemente hacen estremecerse al respetable. Todas estas danzas poco tienen que ver entre sí y con el baile andaluz por antonomasia, las sevillanas, en las que no se sabe muy bien quien corteja a quien.
Don Felipe VI, el futuro Rey Nuestro Señor, ha dicho hace un par de días que trabajará simultáneamente por conservar además de la unidad, la diversidad de la Nación. Pues menudo lío coreográfico tiene planteado, dicho sea con todos los respectos. Y eso que no he citado el movimiento inmóvil madrileño, el chotis, que es el baile más opuesto a todos los bailes que en el mundo han sido.
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