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lunes, 6 de junio de 2011

El soldado perdido. Recuerdos (38)


En una de aquellas correrías de verano por tierras francesas, nos encontrábamos rodando por una carretera más ó menos paralela al valle del Ródano, en dirección a Suiza y, llegado un momento, aparcamos a nuestra derecha en un amplio espacio, para descansar unos minutos y estirar las piernas.

La carretera, de segundo orden, no estaba muy concurrida, así que vimos de inmediato el camión militar verde oscuro, con una bandera tricolor pintada a un lado del parachoques, que venía en nuestra dirección y, ya a nuestra altura, aparcó con cuidado a pocos metros de nosotros.

Se abrió la puerta izquierda de la cabina del poderoso vehículo militar, y bajó de un salto su único ocupante, un soldado muy joven que parecía un recluta con pocos días de mili, llevando unos papeles en una mano. No le quitábamos el ojo, y como dicen en las novelas, nuestra curiosidad aumentó varios grados, porque vino derecho hacia nuestro grupo, nos saludó muy cortés desde una cierta distancia con un “bon jour”, salvó de inmediato la que nos separaba, y acto seguido extendió sus papeles sobre el capó del R-12, entrando directamente en materia preguntándonos dónde se encontraban él y su camión.

Los papeles del muchacho eran en realidad un mapa de la zona, de una escala relativamente pequeña y al mirarlo, me encontré tan perdido como el neófito guerrero, de manera que saqué del coche mi mapa Michelín, con referencias evidentes, como el curso del Ródano. Hice un cálculo apresurado de la distancia cubierta desde que arrancamos aquella mañana, y con un error de quince ó veinte kilómetros arriba o abajo, como diría mi cuñado José, señalé en nuestro mapa el punto donde suponía que nos hallábamos.

El soldado trató de identificar el punto en cuestión en su propio mapa, sospecho que sin conseguirlo. Al término de su escrutinio, lo recogió, y se despidió muy discreto, porque pese a mi horrible acento, pareció aceptar mis explicaciones sin parpadear.

Me he preguntado después muchas veces con una cierta preocupación, si aquella carretera por la que llevaba su enorme camión era la correcta, y si llegaría a su destino en un tiempo razonable.

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