Cuando los ciudadanos cumplen incansables años y años, y alcanzan cotas cronológicas impensables no hace mucho tiempo, su organismo empieza a fallar aquí y allá, como los automóviles que han rodado más de 200.000 km y son habituales de los talleres de reparaciones.
Los ciudadanos también muy rodados, lo quieran ó no, deben frecuentar los Servicios Sanitarios de la Seguridad Social, cuyos doctores pasan buena parte de las horas de sus consultas diarias apretando el botón de las impresoras para facilitar recetas de los medicamentos destinados a paliar las iniquidades de la edad de los pacientes.
Y a medida que a las listas de los atendidos por la Seguridad Social, se añaden nuevas promociones de sexagenarios, la pirámide estadística de la edad se invierte y aparece el déficit económico de la Sanidad. Ante esta situación, los gobiernos autonómicos, justamente alarmados, tratan de moderar los gastos farmacéuticos, y recurren como lo ha hecho el de Galicia, a los llamados medicamentos “genéricos”, es decir no presentados bajo una denominación patentada (1).
Esta opción disminuye el gasto, con el ahorro consiguiente, desde un 20 hasta el 80% del precio de pastillas, tabletas, grageas, inyectables, etc destinados a tratar los achaques de los clientes habituales de la SS.
Pero he aquí que tal práctica elemental de economía, ha sido denunciada por el Ministerio de Sanidad, llevando ante los tribunales a los Servicios Sanitarios gallegos. Todo parece indicar que el citado Ministerio, regido por la ubicua socialdemócrata y lanzada progresista doña Leire Pajín trata de favorecer con todo descaro a la Industria farmaceútica, cediendo a las inevitables presiones.
Afortunadamente, doña Leire ha perdido la partida en los tribunales, que han fallado en favor de los Servicios gallegos de la Salud. Menos mal.
(1) Los medicamentos patentados y los genéricos tienen la misma composición medicamentosa específica, es decir los mismos principios inmediatos, si bien a los primeros se le añade alguna vitamina, ó cosa semejante, para poder patentarlos y encarecerlos. Un pequeño truco.
Los ciudadanos también muy rodados, lo quieran ó no, deben frecuentar los Servicios Sanitarios de la Seguridad Social, cuyos doctores pasan buena parte de las horas de sus consultas diarias apretando el botón de las impresoras para facilitar recetas de los medicamentos destinados a paliar las iniquidades de la edad de los pacientes.
Y a medida que a las listas de los atendidos por la Seguridad Social, se añaden nuevas promociones de sexagenarios, la pirámide estadística de la edad se invierte y aparece el déficit económico de la Sanidad. Ante esta situación, los gobiernos autonómicos, justamente alarmados, tratan de moderar los gastos farmacéuticos, y recurren como lo ha hecho el de Galicia, a los llamados medicamentos “genéricos”, es decir no presentados bajo una denominación patentada (1).
Esta opción disminuye el gasto, con el ahorro consiguiente, desde un 20 hasta el 80% del precio de pastillas, tabletas, grageas, inyectables, etc destinados a tratar los achaques de los clientes habituales de la SS.
Pero he aquí que tal práctica elemental de economía, ha sido denunciada por el Ministerio de Sanidad, llevando ante los tribunales a los Servicios Sanitarios gallegos. Todo parece indicar que el citado Ministerio, regido por la ubicua socialdemócrata y lanzada progresista doña Leire Pajín trata de favorecer con todo descaro a la Industria farmaceútica, cediendo a las inevitables presiones.
Afortunadamente, doña Leire ha perdido la partida en los tribunales, que han fallado en favor de los Servicios gallegos de la Salud. Menos mal.
(1) Los medicamentos patentados y los genéricos tienen la misma composición medicamentosa específica, es decir los mismos principios inmediatos, si bien a los primeros se le añade alguna vitamina, ó cosa semejante, para poder patentarlos y encarecerlos. Un pequeño truco.