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Quizás recuerden muchos, pese al paso de los años, aquella serie de la TV de espías en clave cómica, inspirada en las películas de James Bond. Su protagonista, el agente de campo Smart, en casos de apuro se quitaba un zapato y hacía girar el tacón, convirtiéndole en zapatófono, a través del cual comunicaba con su "Central de Inteligencia", recibía a continuación el apoyo solicitado e indefectiblemente se salvaban Smart y la chica, episodio tras episodio, de las situaciones más comprometidas.
Algunas de nuestras inefables autoridades policiales, han debido inspirarse en la figura de Smart, en su "modus operandi" y, en especial, en el zapatófono. Hace tres o cuatro años, en unión de responsables del Ministerio del Interior, al mando entonces del siniestrillo Titular de la cartera, señor Rubalcaba, crearon una empresa, denominada "Interligare", para espiar las actividades del Partido de la Oposición y, de paso, hacer caja, mediante la captación de fondos públicos, una vez designadas "a dedo" las empresas colaboradoras del Ministerio, beneficiarias de contratos diversos.
Es decir, la dirección de "Interligare" dependía extraoficialmente del Ministerio del Interior y se financiaba con recursos del Estado sin pasar por el engorroso trámite de figurar en las partidas presupuestarias del Ministerio, al alcance de tantos curiosones como hay por ahí.
Los directivos de "Interligare" adquirieron toda suerte de cachivaches electrónicos para cumplir con sus objetivos, desde antenas direccionales capaces de registrar murmullos apenas audibles, pronunciados en un radio de 500 metros, hasta cámaras fotográficas y cinematográficas capaces de obtener fotos de alta resolución. En fin, lo necesario para los "seguimientos" noche y día, del odiado adversario, que no se merecía otra cosa.
Una vez en posesión de los artilugios necesarios, los chicos de Interior alquilaron un piso frente a la sede del Partido Popular en la calle Génova de Madrid, y procedieron a "realizarse", dando rienda suelta a su más íntima vocación, dirigidos por sus jefes y beneficiarios de los posibles hallazgos.
Entre ellos figuraba, según algunos rumores que será preciso confirmar, el entonces Juez Magistrado Instructor de la Audiencia Nacional don Baltasar Garzón, y vaya Usted a saber si en las reuniones que tuvieron lugar a la sazón, no se animó el Juez a hacer lo que hizo (espiar por su cuenta a imputados en prisión y a sus abogados defensores) para después, expulsado de la carrera judicial por prevaricación, auto-titularse "el último exiliado franquista" como homenaje a la egolatría que le corroe al pobre hombre.
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