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viernes, 15 de agosto de 2014

Negros


La primera vez que los europeos (franceses en este caso) les vieron en grandes cantidades, eran senegaleses. Iban armados, uniformados y en densas formaciones militares. Les llevaban  a cualquiera de los mataderos industriales constituidos por la ofensivas aliadas o alemanas, desarrolladas durante la Primera Guerra Mundial.

Antes de la Segunda, su número en Europa, permaneció dentro de unos límites discretos, aunque suficientes para dar a París un toque cosmopolita.

En España, el más conocido era un bosquimano momificado, expuesto en una vitrina del museo de Banyoles (Gerona) si bien fue retirado de la vitrina y devuelto a su origen (Botswana) al término del siglo XX, ante las comprensibles y airadas protestas de sus connacionales. Esto ocurrió cuando se comenzó a distinguirlos con el eufemismo "subsaharianos", copiada la idea del término norteamericano "afroamericanos", para evitar la palabra "negros", que en los blancos originaba mala conciencia, no relacionada precisamente con la abundancia de melanina bajo la epidermis, sino con la esclavitud, los desprecios, las humillaciones y malos tratos inflingidos, desde el siglo XVII, a esta variedad de la raza humana.

A medida que los países europeos prosperaban económicamente, su deseo de borrar un pasado colonial impresentable, hizo que se abrieran las fronteras algún tanto, y el progresismo español, que bebía los vientos para parecerse al sueco, quiso "poner una pica en Flandes" acuñando la frase "papeles para todos" (Pepe Bono dixit). Pero como la descolonización africana había sido realizada con los pies, su resultado dio lugar a unos cuantos países literalmente fracasados desde el primer momento,  a gobiernos "democráticos" con un tufo tribal insoportable, proclives a enriquecerse a la mayor velocidad posible y a unas poblaciones sin futuro, en aumento exponencial, países sobre los que planeaban ominosamente muchas compañías multinacionales depredadoras, atentas exclusivamente a explotar los abundantes recursos africanos. 

Los resultados de las políticas puestas en práctica en estos países ha dado lugar a un éxodo de sus poblaciones hacia Europa, convirtiendo a Italia y España en paso obligado. Los del Este africano van a ahogarse en torno a la isla de Lampedusa y los del Golfo de Guinea, se ahogan en el Estrecho o recalan en Ceuta y Melilla. Algunos intentan tumbar, basados en su número, las vallas metálicas de ambas ciudades y la señora Malmströn , comisaria de la UE, que es una especie de  señorita Rottenmeyer, desde Bruselas llama todas las semanas a nuestro Ministro de AAEE, que no tiene culpa de nada, para echarle en cara, con voz agria y destemplada, el maltrato sufrido por los miserables desheredados, a manos de los guardias fronterizos españoles.

Pero mientras los políticos de Bruselas no piensen poniendo en marcha las estructuras situadas en el cráneo, como la Humanidad ha hecho siempre, para dar solución al problema, la cosa no tiene remedio, señora Malmströn, convénzase usted.        

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