Son los políticos españoles actuales. Algunos creen firmemente ser estadistas (como lo fueron Pitt, Gladstone, Linlcoln, Disraeli, Carlos I de España, el Cardenal Cisneros, Bismark, el conde Cavour, etc) aunque no exista ninguna evidencia para sostener semejante afirmación. El caso reciente del octogenario y marrullero Pujol, alabado por sus partidarios incondicionales y por el tinglado separatista levantado en su entorno, como el primer estadista catalán del siglo XX, resulta paradigmático. Hoy sabemos sin duda, él mismo lo ha dicho, en qué asuntos ocupaba su tiempo y cuales eran sus preocupaciones de hombre de Estado.
Otros políticos son miserables sombras que cumplen su ciclo extractivo y succionador y han desaparecido en silencio, como los consejeros de las Cajas de ahorros, nombrados por los partidos políticos o los sindicatos obreros.
Algunos son como estrellas fugaces que no pasan de alumbrar un breve instante en la vida nacional.. Este es el caso de aquellos que en la Comunidad madrileña se dejaron engatusar, aceptando algunos sobornos y fueron puestos de patitas en la calle de inmediato por doña Esperanza Aguirre, esta sí, una auténtica política de raza.
En el extremo opuesto están los que se abonan al cuarto o quinto puesto de la listas electorales que se preparan en su provincia y ocupan un sillón en el Congreso durante ocho legislaturas seguidas, tal es el caso de Alfonso Guerra, el anunciante de la muerte de Montesquieu como un triunfo de la democracia española.
La variedad del político andaluz se caracteriza, porque sin pérdida de tiempo desde que es nombrado. monta un sistema de bomba de doble acción aspirante-impelente para drenar el dinero público hacia su peculio particular.
Otros, muy pintorescos, con ribetes faraónicos, quieren pasar a la historia por alentar grandes construcciones que lleven su nombre. Este es el caso del Presidente de la Diputación de Castellón de la Plana, que preguntaba a su nieto: "Antoñito, ¿te gusta el aeropuerto del abuelo?"
En fin, se da el caso de políticos (caso "Podemos") que en el curso de las discusiones mantenidas en el bar de la Facultad, se identifican como reencarnaciones de estadistas iluminados rompedores, y tratan de darse a conocer mediante programas electorales alucinantes, de sanatorio psiquiátrico.
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