El presidente de la Autonomía catalana (Artur Mas), no lució su habitual y característica sonrisa de suficiencia copiada de los modelos que anuncian lociones para después del afeitado y utilizada por él para hablar de las deudas que "Madrid" tiene con Cataluña, cuando anunció la retirada hecha por el Gobierno autonómico de las prebendas disfrutadas hasta ese momento por su predecesor Jordi Pujol, fundador del partido en que militan ambos (Convergencia y Unión, CiU).
Jordi se había inculpado el día anterior, como delincuente habitual, si bien trató de edulcorar su confesión con subterfugios de adolescente en apuros. De hecho Jordi y su familia (mujer y seis de sus siete retoños) habían fundado una asociación para delinquir digamos, por lo fino, cobrando una alcabala a las empresas dedicadas a la ingeniería civil al trabajar para la "Generalitat", y llevando a cabo otras tropelías. Todo, como se ve, muy poco edificante.
Albert Boadella, autor y director teatral catalán, muy crítico juzgando a "sus" políticos, dice de Artur que no es muy inteligente. Prueba de ello es, añado por mi cuenta, que también privó a Jordi del título de fundador de CiU, como si pudiera dar vueltas hacia atrás a la manivela de la máquina del tiempo, porque Jordi será fundador "per secula seculorum" de la putrefacta formación política, dirigida ahora por él.
Algo menos dañino para CiU y para Mas, será desmontar de tapadillo, la estatua del prócer erigida en honor de Jordi en la localidad catalana de Pemiá del Dalt. El broncíneo patriarca fundador está colocado en una plataforma, también de bronce, sostenida por cuatro columnas de unos tres metros de altura. Lo pueden hacer de noche, con una grúa, mismamente.
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