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sábado, 9 de agosto de 2014

Aclaraciones técnicas



Cuando la hoja de la guillotina bajaba aceleradamente desde lo más alto del aparato en cuestión, una vez liberada del seguro que la retenía, en el instante de contactar con su objetivo, alcanzaba una velocidad de 221.8 km/h, desde los 0.0 km/h iniciales, según los cálculos realizados en su día por los profesores (jacobinos) de la Academia de Ciencias de París.

Por otra parte, la potencia de fuego de un único fusil de asalto kalashnicov, es sensiblemente semejante  a la desarrollada en su época, durante la Regencia de la Reina Viuda doña María Cristina, al término del siglo XIX, por una compañía  (cien hombres aprox.) de soldados de rayadillo y sombrero de paja, que pelearon contra los insurgentes o contra las fuerzas norteamericanas invasoras, en la perla del Caribe (Cuba), y perdieron la partida, todo hay que decirlo.

Con estas aclaraciones  no tengo ninguna intención  de contribuir a la lapidación de que es objeto el profesor Iglesias, según la compasiva señorita Díaz (Aina), por muchos twitteros. Antes bien, pretendo añadir alguna pincelada técnica para ayudar al profesor en sus exposiciones, cuando especula con el trato que reserva,  en su subconsciente, a sus opositores.

Esta misma protestona señorita Díaz, ha tenido la osadía de afear la conducta de las autoridades responsables de la repatriación de un enfermo infectado con el virus ébola  (un sanitario misionero) poniéndose en evidencia como una pequeña ignorante en cuestiones epidemiológicas. Una vez advertida de sus carencias técnicas, la señorita ha preguntado con desgarro: ¡bueno! ¿y quien paga la repatriación?, a lo que es preciso contestar: pues ¿quién va a ser?, ¡bobina!, usted, yo, y todo bicho viviente que ha pasado por las garras del divino calvo Montoro, como ya lo hicimos con los marineros vascos del pesquero Alakrana de Bermeo que enarbolaba la ikurriña y fueron retenidos por los somalíes, o los camioneros catalanes que exhibieron cuatribarradas desde su salida de Barcelona, y resultaron retenidos por los yihadistas durante muchos meses. A todos les rescató el Estado Español, como era su obligación. ¿Alguna otra pregunta, criatura? ¡Qué verdes están sus últimas promociones, don Cayo!       

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